sábado, 3 de diciembre de 2011

Los padres también aprenden: ¿Judo o yoga?

Como creo que siempre se puede aprender algo nuevo, me apunté a la Escuela de Padres que organiza el colegio del enano.

Las escuelas de padres no son como otras escuelas donde uno sabe si va a clases de judo o de yoga. En las escuelas de padres que yo he conocido, uno va y el ponente dirige la sesión. Más o menos participativa, con más o menos transparencias, con más o menos gracia, no es hasta que está uno allí que realmente sabe si se apuntó a judo o a yoga.

La primera a la que asistí la llevaba una chica muy respetuosa con las opiniones de todos, muy empática y que dejaba el peso al grupo: discutir, ayudarse, opinar... A la hora de matizar o de dar el punto final al alguna discusión, sus comentarios eran mucho más de "busquemos el respeto mútuo", que de "la vida en familia es una lucha, prepárate a morir". Entonces supe que me había apuntado a yoga (que es mucho más mi estilo tal y como os conté en mi primer post No la mal acostumbres).

Lamentablemente, la financiación para esta escuela se terminó y nos encontramos con que el Ayuntamiento financiaba escuelas de padres para sus colegios. Pero no es que te dieran una subvención para que tú eligieras a tu psicólogo/pedagogo/experto, sino que te mandaban a una persona elegida por ellos según no se sabía qué criterio. Con esta premisa, fuí con desconfianza a la primera reunión de presentación donde convocaron a los padres de los 4 colegios del municipio. Nadie dijo en la presentación si íbamos a hacer yoga o judo. Y esa fue mi pregunta cuando nos dejaron intervenir: "¿de qué palo va esta escuela?", y la respuesta fue absolutamente ambigua, acabando por recomendarme que fuera a probar (como si uno no tuviera más que hacer después de trabajar que buscar un canguro para poder irse a "probar" una escuela de padres). Insistí pidiéndoles los títulos de 2 ó 3 libros de cabecera que ellos recomendarían en educación, a ver si los títulos me dejaban intuír si esto era judo o yoga. Imposible. No quisieron retratarse. Me tocó ir a la primera reunión. Sólo a esa.

Este año, vuelve a organizarse a través de la plataforma Mejora tu escuela pública una escuela de padres. Aprendida la lección, he ido a la primera sesión sin preguntar más. Me senté con una madre con la que me llevo muy bien y con la que he compartido suficientes libros y reflexiones educativas como para saber que nos gusta el yoga. Al cabo de media hora empezamos a movernos inquietas en nuestras sillas: ¿Teníamos delante a una fan de supernanny que intentaba disimularlo? Porque como es un secreto si vamos a judo o a yoga, los ponentes disimulan su verdadera postura. Pero cada vez nos quedaba más claro: Estábamos en judo. Pequeños detalles como "te comen el terreno" y cositas así, nos tenían cada vez más nerviosas. Hasta el momento en que la ponente afirmó que a su hija no le importaban sus sentimientos. Y que decirle "esto que has hecho me ha dolido", se la traía al pairo a su hija. Si hay algo que valoro por encima de todo en una casa es el respeto: respeto en la pareja, respeto entre hermanos, respeto de padres a hijos y viceversa. Todos tienen que entender cuándo alguien está excesivamente cansado. O cuándo está triste. O cuándo necesita ayuda. O cuándo necesita estar solo. Empatizar con ese sentimiento y respetarlo. Y si nos cuesta hacerlo, entonces mucho yoga. Respirar hondo y reprogramarse.

Como me han dicho que tenemos un ponente diferente en cada sesión, estoy pensándome si ir a la próxima reunión. Capaz que la escuela no tiene "un palo" concreto y el próximo ponente nos sorprende con lo contrario... Por supuesto que no espero que lo diga a las claras, pero se les acaba viendo el plumerillo a todos :)

Como reflexiones, me quedan: ¿Puede una escuela de padres ser judo y yoga a la vez? ¿No es engañoso pedir a los padres que se apunten sin saber a qué? ¿Realmente creen que pueden ser neutrales en este terreno los ponentes?

jueves, 17 de noviembre de 2011

Padres vs Profesores vs Políticos

Estoy dando clases en un máster que prepara a licenciados e ingenieros para ser profesores en Secundaria (el antiguo CAP). Como es una asignatura de informática y se me han matriculado informáticos, estoy teniendo mucho tiempo para discutir con ellos sobre educación y sobre cómo dar clase y me lo estoy pasando en grande.
El martes pasado, en uno de estos seminarios, echaban la culpa de manera casi unánime de gran parte del fracaso a los padres. A los chavales les faltan horas con sus padres y les sobran horas de tele. Los padres no se preocupan por la educación y piden que se encargue el sistema. Les compran el teléfono, les ponen internet, los dejan solos y luego se quejan de que se enganchan al tuenti... (Ya os imagináis el discurso.) Yo les dije que, como madre, oía en la puerta del cole el otro discurso, el de los padres echando las culpas a los maestros. Porque no trabajan suficiente, porque no se reciclan, porque no motivan... (Ya os imagináis el discurso también, ¿verdad?) Entonces, mis alumnos y futuros profesores intentaron echar balones fuera usando la política y las leyes de educación: que si los cambios legislativos, que si los ratios, que si los recursos... (Otro discurso conocido).
Intenté pasar del análisis de la situación a las propuestas para cambiar la situación. Y una y otra vez volvíamos a lo mismo: la culpa es de los otros. ¿Y qué podéis vosotros hacer en vuestras aulas por las que pasarán cientos de adolescentes? Y vuelta la cabra al monte: es que la sociedad, es que la tele, es que los padres...
No sé si lo conseguí, pero os prometo que hice un gran esfuerzo porque entendieran que "la sociedad" somos todos, como Hacienda. Y que padres y profesores son los que tienen una influencia más directa en los chavales y que de todos es la responsabilidad. Y no la responsabilidad de encontrar quién lo hace peor, que parecemos políticos en campaña, sino de encontrar la manera de empujar juntos para que "la sociedad" valore el esfuerzo, y apague las telebasuras, y respete el conocimiento, y quiera aprender. Y eso lo tenemos que hacer a pesar de los Políticos. A pesar de los recortes, de las reformas y las contrarreformas. Porque con la educación no se juega. Los políticos igual sí porque persiguen otros fines. Pero los padres y los docentes no. Porque mañana, "la sociedad" serán esos chavales que hoy están en clase. Y, si tras un esfuerzo titánico, 4 ó 5 de cada curso tienen una vida mejor gracias a algo que hicimos, y son mejores ciudadanos de lo que habrían sido sin nosotros, ya hemos hecho una gran labor y nos podemos ir más contentos a casa. A jubilarnos habiendo dejado doscientos mejores ciudadanos en las calles. Tampoco pido tanto. Hay que tener en cuenta que, si yo los convenzo de esto y ellos lo consiguen, mis 5 alumnos habrán sumado ¡1000 ciudadanos mejores!
Brindo por ellos y por sus éxitos, que serán los de todos.

martes, 18 de octubre de 2011

Libros de texto

Hoy hemos tenido una reunión en el cole con los tutores para que nos contasen la planificación de este curso. Como ya es el tercer año, casi no me sorprendo con nada... pero sólo casi. Una vez más me he sentido un perro verde cuando una madre ha discutido con el director sobre la necesidad de los libros de texto. Mientras el director intentaba argumentar que un buen profesor no necesita un libro porque
sabe qué tiene que contar y cómo contarlo y en qué materiales apoyarse para cada cosa, la madre insistía. Los argumentos eran del estilo de que si el niño cambiaba de colegio, menudo lío si no sabía lo que tenía que saber. O que si había que repasar algo, que cómo se lo iba a repasar si no había un libro.

Yo no salía de mi asombro porque los libros de los que hablamos son esos de los que os conté hace poco que se parecen mucho a los que se compran en los chinos y que pone en la portada "Diviértete y colorea", solo que con más hojas y de a 100 Euros. Y más me asombra aún porque hablamos de niños de tercero de Infantil, que tienen que aprender cosas como "autonomía personal" (es decir, ir al baño solos, lavarse las manos...), o "conocimiento del entorno" (es decir, la casa, los transportes, las profesiones...). Esencialmente, el currículum que tienen que seguir es algo así como todas aquellas cosas que aprenderían si vivieran en la sociedad pero que, como están en el cole, no lo ven. Si mi hijo me hubiera acompañado esta mañana en lugar de irse al cole, habría visto un atasco (lleno de vehículos de distintos tipos), habría distinguido la profesión de pediatra (que revisó a su hermana) de la de enfermera (que le puso las vacunas), habría ido a un cajero y seguramente habríamos discutido de dónde viene el dinero que yo saco ahí, habría vuelto al atasco (el camino de vuelta pasa por la estación del tren, que también da mucho juego), y habría colaborado en la preparación de la comida (donde se estudia el tema de pesos y medidas y algo de química básica) o me habría acompañado a una reunión (paseito hasta la universidad y niño sé educado y saluda y contesta cuando te pregunten).

Efectivamente, la labor de un profesor de Infantil es complicada porque tiene que contar la vida pero enlatada: Tiene que hablar de animales domésticos sin ver ni tocar uno. Tiene que enseñar fotos de camiones que no se mueven ni hacen ruidos. Y tiene que explicar en frío qué es una báscula y para qué se usa. De acuerdo. Les hemos dejado el encargo de explicarles a los niños lo que sucede en el mundo cuando ellos no lo ven. Pero ¿esta madre realmente cree que no pueden hacerlo sin un libro de texto? Una vez más, estoy de acuerdo con mi director -qué alegría me da decir eso-. Un buen profesor es el que puede dar clase sin libro. Pero un gran profesor es aquel al que el libro le molesta para dar clase.

lunes, 17 de octubre de 2011

Bolonia (I) (o la escuelización de la universidad)

Seré previsora y pondré un I a esta entrada, porque esto de Bolonia puede que me dé más de sí en adelante.

Me vengo preguntando desde que sonaban las campanas Boloñesas en la universidad si no estamos evitando que los universitarios maduren. La teórica es que en Bolonia tenemos menos horas de clase (lo que se llama ahora presencialidad) y que el alumno trabaja más por su cuenta (no presencialidad). La contabilidad no es fácil, porque uno sabe las horas que está cada alumno en clase, pero no puede saber cuántas dedica a trabajar cuando sale por la puerta. A los profesores se nos pide que midamos cuánto debe dedicar el alumno a estudiar por cada hora de las que impartimos.

Teniendo en cuenta que todos los profesores nos conocemos ya el terreno, sabemos que no tiene mucho sentido pedir a los alumnos que se preparen algo antes de venir a clase para trabajarlo juntos porque no lo hacen. O lo hacen sólo 5 y no se puede trabajar sólo con esos 5 y dejar a los 55 restantes como "fracaso escolar" (porque entonces lo llama a uno el vicerrector de turno pidiendo las explicaciones pertinentes). Hasta donde llevo visto, esto de Bolonia se ha convertido en que nos han quitado tiempos en clase para hacer ejercicios y vamos como motos en la teoría. Mis clases de antiguamente (de hará unos 6 meses) eran dinámicas, siempre con papel sucio cerca, buscando la participación de los alumnos, con ejercicios elegidos para motivar la teoría... vamos, lo que me habían dicho que tenía que ser una clase antes de Bolonia. Mis clases de ahora son lecciones magistrales seguidas de un chorro de "esto os lo tenéis que mirar", "esto lo tenéis que practicar", "esto está bien en tal libro"... Pero que sé que no harán. Igual que no se prepararían los temas antes de verlos para poder dedicar la clase a aclarar detalles y hacer ejercicios, tampoco se los prepararán una vez vistos en clase. Porque, digan lo que digan, la mayoría de los chicos no tiene la madurez necesaria para hacer esto (y no, no voy a entrar hoy en el trapo de que llevan 15 años teniendo deberes en el cole para "crear la rutina". Ni la tenían, ni la tienen.)

El camino que muchísimos de mis compañeros está siguiendo es el de la evaluación constante. No debemos confundir esto con la evaluación contínua, que podría tener su gracia si el grupo fuera de 20 en lugar de 60 u 80. Hablo exámenes cada quince días. O cada semana. Constantemente. En lugar de aclarar dudas, resolver ejercicios o exponer materia, dedican sus horas de clase a hacer exámenes. Luego, en el despacho, en lugar de buscar bibliografía, retocar las relaciones de problemas o preparar prácticas de laboratorio, corrigen. Todo el santo día evaluando y corrigiendo. Y también están los que evalúan los deberes. Esta es mejor aún porque definitivamente entiende al alumno y a su reciente pasado en el instituto: me lo cuentas, me mandas deberes, los hago (o no) solo (o no), me lo sumas en la evaluación contínua esa que vale un 40% de la nota, y con un puntito en el examen estoy listo. Eso si no me das un punto por asistencia, que venir a clase tiene algunas veces premio.

Y así las cosas, yo me pregunto si no estaremos haciendo una panda de inmaduros como la copa de un pino... o de un pinar, que muchos son los universitarios de este país. Mire usted: para ser ingeniero de X, hay que saber estas 250 cosas. Y para que usted se las aprenda, le voy a poner un aula, y un profesor, y la luz y la calefacción, una pizarra, baño, y cafetería. Una biblioteca con muchos libros y un cañón en el aula y un laboratorio. Un servicio de deportes y bastantes becas, y le voy a dar a usted salas de estudio y bedeles que las abren y las cierran. Le pondré horas de tutoría y un horario de sólo mañana o sólo tarde, procurando que los viernes no haya teorías (por aquello de la resaca del jueves noche), y un tribunal de compensación por si el profe le tomó manía a usted o usted a la asignatura. Pero el chiquito no tenía bastante con eso (que era lo que había hasta hace un par de años). No. Para hacerse ingeniero necesitaba que el profesor lo tomara de la mano, le pusiera deberes, los corrigiera y le diera la palmadita en la espalda por haber mejorado. Y si sólo aprende 200 cosas en vez de 250, ya veremos cómo buscar el profesor responsable de no haberlo motivado. Eso sí, el chico será ingeniero. Y que dios ampare al que cruce por sus puentes, porque podría ser que el aprobado de estructuras fuera "por compensación".

¿Era esto lo que buscaba Bolonia, o los de didáctica nos la han vuelto a colar?

martes, 4 de octubre de 2011

Círculo virtuoso (o mi ONG)

Creo que no he hablado aquí aún de lo que yo llamo "mi ONG". Se trata de un "taller de enriquecimiento extracurricular" que doy en el cole de mi barrio. Traduciendo los palabros, es una horita cada quince días en la que me voy al cole a jugar con los niños que destacan en sus clases. Si bien el primer año empecé solita y con 4 niños (el cole es nuevo y sólo había hasta 3o de Primaria), al crecer el grupo entró a colaborar conmigo una profesora del cole. La una con la otra, aprendiendo las dos de las dos y ambas de los niños, seguimos avanzando con nuevas ideas y juegos. Solemos empezar con una historia de detectives en la que tienen que averiguar qué pasó, con juegos de preguntas y respuestas o con otros ejercicios de creatividad y más bien verbales en los que participa todo el grupo (ahora 10 niños de 6 a 10 años). Luego, cada chaval elige un juego de la maleta que llevo conmigo y pasan el resto de la hora jugando. Los juegos son fundamentalmente de estrategia, de lógica, de pensar y varios son solitarios. En los solitarios, sólo les pedimos que intenten concentrarse y dedicarse a ellos durante cierto tiempo (que varía dependiendo del chaval, claro). En los que son por parejas, procuramos que formen equipos para que tengan que hablar entre ellos y así verbalicen la estrategia que quieren seguir. En cualquier caso, está prohibido chulearse de cuántos solitarios ha resuelto uno o cuántas partidas ganó otro. Me gustaría enseñarles a perder con dignidad y a ganar con humildad.

El año pasado hicimos una fiesta de fin de curso donde niños, padres y hermanos pudieron jugar mientras merendábamos todos juntos. Al principio, pedí a los niños que les enseñasen a sus padres y hermanos a jugar a lo que a ellos más les gustaba de lo que tenemos en el taller. Al rato tenía a una de las hermanitas (4 años) pidiéndome que le revisara un solitario antes de pasar al siguiente nivel; un grupo de niños jugando con un par de padres (que no eran suyos); y un grupo de padres (sin niños) totalmente enganchados con el SET. Durante algo más de dos horas, más de 20 personas estuvieron disfrutando de aprender, de poner el cerebro en marcha, de enfrentarse a algo difícil. De lo que yo disfruté fue de ver a los (mis) niños haciendo de maestros de los padres y hermanos, explicando reglas y ganándoles unas cuantas partidas. Los (mis) niños estaban contagiando a otros el placer de enfrentarse a un reto nuevo, de desarrollar una estrategia, de memorizar unas reglas, de respetar unos turnos, de perder con dignidad y ganar con humildad.

Hace un par de semanas he ido al cole. Habíamos convocado a los profes que se quisieran ofrecer voluntarios para ayudarnos. Esperaba encontrarme con uno o dos profes además de mi colega del año pasado. La sorpresa vino cuando en la sala empezó a entrar gente y más gente. Y me encontré con que 8 personas se preparaban para organizar turnos a ver quién venía qué semana. Y empezaron a discutir cómo se podían hacer algunos de los juegos con otros materiales más fáciles de manipular. Y pidieron llevarse juegos para ir aprendiendo a jugar con ellos. ¡Y me vaciaron la caja!

Esta semana ha salido la circular para los padres recordándoles que empezamos en Octubre el taller y que son bienvenidos siempre que quieran jugar con nosotros. Una de las madres ya me dijo el año pasado que contase con ella para ayudar en las sesiones. De las dos que he visto hoy, ya tengo otra oferta  de colaboración.

Aprovecho esta entrada para dar las gracias a esos maestros y a esas madres y, sobre todo a los (mis) niños. Por contagiarlos. Por traerlos a este círculo virtuoso donde nos vamos motivando con el brillo de sus ojos ante un reto.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Coloreado infantil

Hoy sólo me da tiempo a hacer un pequeño apunte tras mirar los materiales que hemos comprado para el cole del peque (3o Infantil): En el libro de fichas, 7 de cada 20 páginas en las que se dividen los cuadernos dicen "colorea". Cuenta fácil: 1/3 del trabajo propuesto es colorear. Teniendo en cuenta que, entre que 25 niños hagan un círculo al árbol más alto y que 25 niños coloreen un árbol debe haber una diferencia de unos 30 minutos, calculo que más del 50% del tiempo de trabajo con este material es colorear.

Y el que me parte el alma: en el libro de inglés, en 17 de las 36 páginas que tiene, la actividad es colorear. ¿Me puede explicar alguien qué concepto se interioriza, qué habilidad se trabaja o para qué demonios sirve colorear al aprender inglés?

Otro día sigo con el tema. Ahora me voy a recoger a mi coloreador.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Madre tigre, hijos leones (Battle Hymn of the Tiger Mother), Amy Chua

Entre mis lecturas vacacionales ha entrado este libro que está a punto de salir en español y que me ha parecido muy interesante y que me ha dado mucho que pensar.

La autora es americana, hija de emigrantes chinos y vive en EEUU, donde ha intentado educar a sus hijas americanas con un estilo de paternidad chino. El libro es una mezcla de novela, ensayo y diario donde cuenta su historia, al mismo tiempo que compara los estilos de educación chinos y occidental. El libro ha levantado una gran polémica en EEUU y también en China y, me imagino, que allá donde se haya publicado.

Si bien podría entrar a sacar de contexto frases brutales y párrafos donde se ve el infierno que esta madre crea tanto para sus hijas como para ella misma -igual que han hecho muchos periódicos y bloggers-, prefiero tomar los dos trocitos que me han hecho pararme a pensar y, hasta cierto punto, entender algo de su filosofía para encontrar los arrestos necesarios para seguir adelante con la lectura. Si no hubiera sido por esos dos trozos, habría cerrado el libro al terminar y lo habría escondido en la estantería para olvidarlo lo antes posible.

[Pido, como siempre, disculpas por la traducción apresurada]

Pág.52-53

Por ejemplo, si un niño llega a casa con un notable en un examen, un padre occidental seguramente felicitará al niño. La madre china se horrorizará y preguntará qué falló. Si el niño viene con un Bien en el examen, algunos padres occidentales todavía lo felicitarán. Otros padres occidentales sentarán a su hijo y le mostrarán su desaprobación, pero tendrán cuidado para no hacer a su hijo sentirse mal o inseguro, y no lo llamarán "estúpido" o "inútil" o "un desgraciado". En privado, los padres occidentales pueden preocuparse de que a su hijo no se le dan bien los exámenes o no tiene aptitudes en esa materia o que hay algo mal en el currículo y posiblemente la escuela entera. Si las notas del niño no mejoran, pueden en algún momento pedir una cita con el director para discutir el modo en que se enseña la materia o para cuestionar al profesor.


Si un niño chino saca un bien --cosa que no sucedería nunca-- primero habría gritos y rechinar de dientes. La devastada madre china conseguiría docenas, o puede que cientos, de ejercicios y los trabajaría con su hijo tanto como hiciera falta para que llegara al sobresaliente. Los padres chinos piden unas notas perfectas porque creen que su hijo puede conseguirlas. Si el niño no las consigue, el padre chino asume que es porque el niño no trabajó suficiente. Por eso la solución a un rendimiento por debajo del máximo es siempre insultar, castigar y humillar al niño. El padre chino cree que su hijo será suficientemente fuerte para asumir la humillación y mejorar con ella. (Y cuando los niños chinos sobresalen, reciben todo tipo de alabanzas en la privacidad del hogar.)

El segundo trozo es del final del libro, cuando su segunda hija ya dice "basta" a la presión y su parte americana se rebela contra el sistema chino que su madre impone en el hogar. O, mejor dicho, cuando la madre acepta que su hija lleva desde el principio diciendo "basta" pero hasta cumplidos los 13 años no la ha escuchado, y dice lo siguiente:

Pág.214
Si es tan buena, ¿por qué juega un torneo de amateurs? pensé yo, pero en voz alta dije "Bill Clinton les dijo hace poco a unos estudiantes de Yale que sólo puedes ser realmente bueno en algo si te apasiona. Así que es bueno que ames el tenis."


Pero sólo por que ames algo, añadí para mi misma, no tienes por qué ser excelente en ello. No, si no trabajas. La mayoría de la gente es pésima en cosas que les apasionan.

La del esfuerzo es una batalla que, como madre, ando librando conscientemente y día a día, por lo que no puedo estar más de acuerdo con este último trozo.
 
Respecto al primero, me ha dejado pensando cada vez que hablo con mi hijo, si el mensaje que transmito es el de "no te preocupes, que saltar a la comba es muy difícil para tí" o el de "no te preocupes, que sé que podrás si entrenas cada día".

viernes, 29 de julio de 2011

Certificado de NO adquisición de competencias

Yo ya no me sorprendo con casi nada de lo que a leyes de educación respecta, pero hoy no puedo menos que levantar las cejas cuando leo en El País:

Un certificado escolar para el que deja los estudios a medias

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/certificado/escolar/deja/estudios/medias/elpepusoc/20110729elpepusoc_1/Tes

No he querido mirar más detenidamente la propuesta porque estamos cerca de las vacaciones y no me quiero calentar.

La medida es lo mejor que se le podía ocurrir a nadie para acabar con el fracaso escolar tan elevado de este país. En lugar de dedicar dinero a investigar en educación. En lugar de ayudar a las familias a afrontar el problema de la educación de sus hijos. En lugar de formar, reciclar y preparar mejor al profesorado. En lugar de todo eso (y muchas más que se nos ocurrirían si pensamos un rato en el tema), ¿lo que hacemos es regalar el certificado? El siguiente paso es bien sencillo: Definamos fracaso escolar, no como el que a los 16 aún lee y escribe con dificultad, sino como el que a los 16 no tiene ningún certificado. Así, en cuanto tengamos las nuevas medidas listas, habremos reducido el fracaso escolar... ¡al 0%!

En mis tiempos, eso se llamaba "aprobado general" y lo daban algunos profesores en el año de su jubilación para consternación de los alumnos buenos, que se quedaban con un 5 o la cifra al azar que el recién jubilado decidía adecuada para el grupo en cuestión. Como siempre, los que pagaban el pato eran los buenos. Porque el que es bueno en los estudios siempre lleva las de perder: Nunca despierta la pena del profesor (que sube de un 4'5 a un 5 más fácilmente que del 7'5 al 8). Tampoco está bien visto entre los compañeros (porque hace preguntas que, muchas veces, ellos ni siquiera entienden). Y recibe las mismas becas que el que suspende 2 ó 3, que las becas son cada vez más fáciles de obtener y mantener. Y si la Comunidad de Madrid o cualquier otra cree que se merecen algo más por esforzarse más, salimos corriendo a acusarles de elitistas. Porque el que más se merece es el que menos hace.

Cada año, después de los exámenes, recibo correos electrónicos de alumnos que me explican cómo el suspenso en mi asignatura les hará perder la beca. A estas alturas, ya sé que mi suspenso es el 2o o 3o de ese alumno. Y que los tres profesores estamos siendo presionados con la misma cantinela. He intentado explicarles que la responsabilidad de mantener la beca es suya, y no mía. He intentado explicarles que eso lo tienen que pensar cuando se sientan a estudiar (si es que lo hacen). He intentado explicar por qué sería injusto aprobar y suspender dependiendo de lo que cada cual me cuenta de su vida en el despacho y no según las "competencias adquiridas". Yo lo he intentado todo, pero la historia previa de ese alumno donde los plazos de entrega siempre han sido flexibles, donde no se considera injusto pasar de curso automáticamente, donde se aprueba selectividad con faltas de ortografía y donde todo el mundo tiene un certificado, le hacen pensar que soy la persona más injusta con la que se han topado nunca. No sé si algún día me cansaré y empezaré a regalar los aprobados y los certificados, pero ese día no ha llegado aún. (Aquello de los Sanchos en esta profesión...)

A pesar de que ya son muchos años en esto, ayer aún pudo sorprenderme un alumno: Me escribe un correo diciéndome que se le han acabado las convocatorias (se ha examinado tantas veces de la asignatura, que la universidad considera que ya no tiene derecho a más exámenes). El proceso, hasta donde yo sé, antes incluía que la persona tenía que irse a otra universidad o a otra carrera o cualquier otra opción. Esencialmente, era la manera de decir "Chico, esto no es lo tuyo". Desde hace tiempo, tengo alumnos que se examinan por 6a vez, por 7a vez... las que haga falta hasta que un año suena la flauta, o cambia el profe de la asignatura, o el examen nos queda más sencillo. Creo que el procedimiento es tan complicado como rellenar un papelito más y pagar la matrícula. Nos sumamos así a esta filfa de que todos podemos ser lo que queremos sólo por desearlo. Independientemente de la capacidad y del esfuerzo. Pues este alumno que decía, me escribe diciendo que, como es su última convocatoria y ha suspendido otra vez, ¡que rompa su examen y falsifique el acta poniendo que no ha venido! Me dice que si soy tan amable de hacerlo. Como si tremenda ilegalidad se redujera a un acto de amabilidad por mi parte. Pues mire usted, pero no. Si la universidad quiere dar convocatorias hasta el infinito, que lo haga. Pero yo he jurado lealtad al rey y a la constitución y qué sé yo qué cosas más al hacerme funcionario. Tendría la tentación de acudir al juzgado para denunciar una instigación al delito -o a saber qué dicen los de leyes que es ese correo-, si no fuera porque igual al juez le parece que, total, por una convocatoria más no pasa nada. Tal cual lo hace mi universidad. Pase por caja y examínese de nuevo. No se preocupe, que todos podemos ser ingenieros. Tiene usted derecho a conseguir el título haga lo que haga. A eso lo llamamos en España derecho a la educación.

Conectados

Mi sobrina de 13 años tiene en internet una intensa vida social. Mi sobrino de 10 y mis vecinos de edades parecidas no tienen ya juegos de ordenador y muchos prácticamente no ven tele, porque la red les da suficiente variedad como para no necesitar más. Mi hijo de 4 tiene ya más conciencia de lo que se puede encontrar y cómo que muchos adultos. Algunas veces, me dice "Busca -juegos-de-laberintos-de-niños-" y sabe que Google nos dará un par de opciones. O me pide entrar en los vídeos (youtube) y que busque -motos-motocross-carreras-. También, cuando tenemos dudas de cómo se dice algo en inglés, corre a por mi teléfono para que miremos en Wordreference o en el traductor de google, que tiene audio con la pronunciación correcta. Si bien un mal uso de la red tiene muchísimo peligro, también un mal uso del coche lo tiene y no renunciamos a que nuestros hijos se saquen el carnet.

Pero lo que quería hoy contar es una anécdota de anoche, cuando el enano se iba a dormir:

- Mami, dame un masaje para que me duerma.
[10 segundos después]
- Mami, quiero que me des un masaje todos los días.
[10s]
- Mami, los días que no estés porque te vayas de viaje, me haces el masaje por teléfono.
[30s]
- Mami, ¿y cuando tú te mueras?
- Cuando yo me muera, me tendrás en tu cabeza igual que papá tiene al abuelo. Y te acordarás de cuando te daba masajes y será como si te los diera.
- ¿Y si no me acuerdo?
- Seguro que te acordarás de las cosas importantes. No te preocupes y cierra los ojos.
[30s]
- Mami, ¿y si no me acuerdo de las canciones? ¿y si no me acuerdo de la de twinkle-twinkle? Ahora mismo no me acuerdo de la de twinkle-twinkle. ¿Qué hago cuando te mueras si ya no me la puedes cantar?
- No hay problema, cielo, está en internet.
[10s]
- ZZZZzzzzZZZZ (como un tronco)

Cuando yo me muera, internet seguirá respondiendo a sus dudas. Inquietante.

sábado, 16 de julio de 2011

Estimulación temprana

Me está gustando mucho un libro de Alison Gopnik, "How babies think", porque me está haciendo entender muchas cosas sobre el desarrollo de la mente de los bebés. Tenía como 10 páginas marcadas con temas para repensar y releer, cuando he llegado a una página que me ha hecho sentarme inmediatamente a escribir aquí. Traduzco del original como buenamente puedo cuando habla de los padres y la preocupación por la estimulación temprana de los bebés:

Uno de los beneficios de conocer la ciencia es adquirir un escepticismo que nos protege. Ese conocimiento debería hacernos sospechar de cualquier empresa que vende una leche que hace a los niños más inteligentes o que aprendan mejor, de los bits de inteligencia, de la música de Mozart o de los centros de estimulación temprana. Todo lo que sabemos [n. de la t.:los neurocientíficos] sobre los bebés sugiere que estas intervenciones artificiales son, con suerte, inútiles y, a lo peor, distracciones de la interacción normal entre los adultos y los bebés. Los bebés ya son tan inteligentes como pueden ser, saben lo que tienen que saber, y son muy eficaces y selectivos consiguiendo la información que necesitan. Están diseñados para aprender del mundo real que les rodea, y aprenden jugando con las cosas en ese mundo, sobre todo con la gente que les quiere. Una de las ventajas de conocer la ciencia es que nos inmuniza de la pseudociencia.


¿Y da la ciencia algún consejo? El consejo más importante es que los padres y adultos en general necesitan tener el tiempo y la energía para ejercitar su habilidad natural para ayudar a los bebés a aprender. Una cosa que la ciencia dice es que la naturaleza nos ha diseñado para enseñar a los bebés tanto como ha diseñado a los bebés para aprender. [...]


[...] Los niños han sufrido un decremento en los bienes que les son más preciados: tiempo con adultos, energía y compañía. El trabajo de crianza que hombres, mujeres y familiares hacían hace 100 años, y que las mujeres hacían hace 30, tiene que hacerse de alguna manera y por alguien. La moraleja científica es que no necesitamos expertos que nos digan qué hacer con nuestros niños. Lo que necesitamos es tiempo y lugar y oportunidades para hacer lo que haríamos en cualquier caso, y eso es lo que estamos perdiendo.

jueves, 7 de julio de 2011

lunes, 30 de mayo de 2011

Deberes III

Releyendo un artículo que me gustó hace tiempo, he encontrado un apunte sobre una escuela en Escocia que había abolido los deberes. Eso sucedió en 2004. He tirado de la hebra para dar con un artículo de 2005 donde hablan de que las notas del siguiente curso habían subido hasta en un 20% en mates y ciencias:

http://thescotsman.scotsman.com/education/Ditching-homework-adds-up-to.2615713.jp

En eso pienso cuando veo que vecinos de 5, 8 ó 10 años no pueden jugar con los amigos porque tienen deberes. O que juegan un rato, pero con la madre recordando de manera periódica que "en un rato te subes, que no has acabado los deberes". Ayer un vecino me hablaba de lo contentos que están con el cole de su hijo que, en 1o de primaria, tiene deberes cada día. Así se van preparando porque en 3o ya tienen examenes. Supongo que están preparando el cuaderno de verano para no perder la rutina.

Y reflexiono que, cuando tu casa no es un centro de alto rendimiento, o tu hijo ha perdido una semana de clases porque está malito, o cuando hay algo que se le atraganta, o cualquier otra parecida, pues es fantástico que refuerce en casa. Pero que cómo va un profe a poner deberes a quien los necesita. Es mucho más adecuado poner a todos por igual, no vayan los niños a pensar que hay diferencias entre ellos (como si ellos no supieran quién es el mejor en mates de su clase, o a quién le cuesta más, o quién corre más, o quién tiene buene memoria).

Muchos padres alegan con los deberes: "¡Pero si cuando se pone los hace en cinco minutos!" Y eso parece una justificación de su existencia. Pues mire usted: Si realmente eran cuatro tonterías para el niño y las hizo en cinco minutos, eso quiere decir que a su niño no le hacían falta esos deberes y no aprendió nada haciéndolos. Y si vamos a la construcción del hábito, es una tontería como una casa pensar que cinco minutos de trabajo puedan construir nada.

Que no. Que todavía nadie me ha convencido de las supuestas ventajas de los deberes.

martes, 26 de abril de 2011

Como te "ajogues" te mato

Me encanta esa frase de la canción de Sabina.

Acabo de estar de vacaciones unos días y, como siempre, voy mirando niños y padres y cómo se relacionan unos con otros. Como he podido pasear y las calles estaban llenas de gente, me lo he pasado pipa.

Una pareja de desconocidos. La que la chica le hace una monada a mi hija (y la nena devuelve la sonrisa encantada). La chica mira al novio y suelta: "¿Ves, cari, que bonitos son? ¡A ver si nos ponemos!".

Media hora después. Nos cruzamos con una mamá con un niño de 5 ó 6 años que va jugando y se cae. Ella tira del brazo levantándolo en volandas y, mientras amenaza con la otra mano, le dice al chaval: "Como te vuelvas a caer, te parto la cara y ya verás si te haces daño."

Me dio por pensar si la (futura)madre n.1 y la madre n.2 no serían la misma persona pero separadas sólo unos años. Si uno espera que tener un hijo sea llevar un bebé arregladito, oliendo a colonia y sonriendo a diestro y siniestro, pues supongo que luego le cuesta aceptar que se tiren al suelo, tengan arena en el pelo y tengan muy mal humor cuando están cansados (o cuando tienen hambre, o sed, o cuando en el baño les entra jabón en los ojos, o cuando no te han visto en todo el día, o cuando no los escuchas porque estás hablando por teléfono, o cuando ni siquiera ellos saben por qué). Debe ser tan grande la decepción que, en cuestión de dos o tres años, pasan del enamoramiento de ese bebé tan adorable que está mucho más espabilado que el hijo de la vecina (y come más, y duerme mejor, y hace más palmitas), al "Como te ajogues te mato". Y, entonces, el niño de la vecina empieza a portarse mejor, sacar mejores notas y quedarse más quietecito cuando su madre se lo dice. La hierba siempre es más verde un poco más allá.

Conciliación

Hace unos meses tuve un congreso en Aveiro, en Portugal. Tras mandar la cartilla de vacunación y el DNI de mi bebé lactante, aparecí allí una mañana, dejé a mi niña en la guardería de la universidad y me fui a trabajar. Cuando la nena tenía hambre, las cuidadoras me llamaban para que fuera a por ella. En una sala de lactancia (pequeña, pero correcta) coincidía algunas veces con una chica española a la que, al haber nacido su hijo allí y no haber conocido más que eso, le parecía lo normal ir tan tranquila a trabajar. Se separaba de su bebé las horas estrictamente necesarias y mantenía con naturalidad una lactancia de, entonces, 8 preciosos meses.

No sé si en Portugal tienen o han tenido tanta política y tanto ministerio y tanto soniquete de igualdad como en España. Ni lo sé, y -como dice mi sobrina- ni falta que me importa. Lo que sé es que tengo que ir en breve a trabajar 3 días a Madrid. A un organismo dependiente del Ministerio de Educación. Les he preguntado ayer por teléfono si tenían guardería propia, o cerca, o en otro Ministerio porque voy con un bebé lactante. Mi contacto (un hombre, por cierto), me dice que me llamarán con la respuesta, pero que nunca se les ha dado "el caso". Una vez identificada una madre con bebé lactante como "un caso", me llaman del Ministerio hoy (una mujer, por cierto) para aclarar que, por supuesto, ni hay guardería, ni ellos cubrirían ese cargo, por lo que me insta a que tome rápidamente la decisión de si puedo ir o no para llamar a mi sustituto. Entonces, yo le aclaro que sólo quería saber si me iban a poner fácil o difícil la conciliación y que no llamen a nadie porque soy una persona con recursos, y no "un caso", y que nunca pensé que me fueran a pagar el gasto de guardería (Dios me libre). Le explico que ya he lanzado a mis conocidos madrileños el aviso de que estoy buscando un canguro que pueda quedarse con la niña durante las horas en las que tengo que trabajar. Le explico que sé de qué va esto de las políticas de conciliación en este país cuando se llevan a la práctica: Búscate la vida.

A todo esto, no he conseguido que ninguno de mis dos contactos ministeriales me aclare, en el horario de 9 a 19 que nos han indicado para esos días, a qué hora comemos y cuánto tiempo tenemos en ese hueco. ¿Será que en el Ministerio trabajan 10h/día? ¿o que nunca nadie pensó en sustituir las 2h de la comida con café, copa y puro para escaparse a conciliar con su bebé?

lunes, 4 de abril de 2011

Verbalización autorreflexiva

"Verbalización autorreflexiva" es el nombre que le daban unos psicólogos en el congreso en que he estado la semana pasada a algo que los padres creo que hacemos sin darnos cuenta: ayudamos a que el niño reflexione sobre sus propias reflexiones.

Algunas veces, sucede con preguntas directas (¿quién te lo ha dicho?, ¿lo has visto tú?, ¿lo viste en la tele?): El niño dice mirando al cielo "Estoy buscando el avión" y el padre pregunta "¿has oído uno?". En cierto modo, suponemos que sabemos cómo llegó a esa conclusión: El niño dice "Está lloviendo", y la madre contesta "yo también he visto que caían gotas". Sin casi ser conscientes, hacemos que el proceso que su cabeza ha seguido para llegar a una idea, se haga palpable: He oído el avión y he sabido que había uno en el cielo; He visto gotas en el suelo y he sabido que llovía. Esta reflexión les ayuda a construir ese narrador que tenemos todos en nuestra cabeza y que surge con el lenguaje. Es ese alguien con quien tenemos nuestras más íntimas conversaciones y que nos ayuda a tomar decisiones. Desde decidir qué queremos desayunar, hasta saber cuánto nos costarán estos calcetines con un 20% de descuento.

Ya hace tiempo que se sabe que esta verbalización ayuda en muchos procesos. Por ejemplo, el otro día mi hijo de 4 años me pedía ayuda para hacer la "y" minúscula. Como la hacen con enlaces (pauta Montessori, la llaman), le dije mientras yo la trazaba: arriba, abajo, arriba, abaaaaajo, y arriba. Hizo dos repitiendo la cantinela y, a la tercera, dijo: arriba, abajo, arriba, abaaaajo, lazo, y arriba. Cuando hizo la modificación, supe que ya no estaba oyendo "mi" verbalización sino la suya propia, y que había sustituido a mi narrador por el suyo. Había interiorizado la "y" minúscula.

Lo que este grupo de psicólogos presentaba era que plantearon a los chavales unas hojas con varios ejercicios de cálculo con diferente dificultad pero todos mezclados. A continuación, les daban un tiempo limitado para hacer tantos como pudieran. Al acabar, los chavales hablaban de cómo habían planteado la estrategia: empezar por las sumas, seguir por restas de números pequeños, luego multiplicaciones de un sólo dígito, etc. Tras varias sesiones con todo el grupo, los más lentos o más torpes o peores en mates en general, no sólo habían aprendido de los otros cuáles eran las estrategias para poder hacer más cuentas, sino que ¡las cuentas les salían mejor! Habían conseguido que ese grupo que se plantaba delante de la hoja con la mente literalmente en blanco, hablase con su propio yo sobre por dónde empezar y por dónde seguir. Aparentemente, una vez que comenzaba el diálogo, la cosa fluía mucho mejor.

¿Me lo creo? Pues el experimento como tal, no mucho, y las conclusiones me parecen cogidas "con pinzas". Pero, como siempre me pasa con estas cosas, me quedo con lo que me gusta, y es que ese diálogo es extremadamente poderoso... En cualquier caso, todo esto ya lo decía Vigotsky (Rusia, 1896)

martes, 29 de marzo de 2011

Congreso de Psicología de la Educación en Valladolid

Este enlace explica por qué estoy blogueando menos últimamente:

http://www.eventoplenos.com/cipe2011/

Nuestra ponencia es el jueves por la tarde y ¡aún no tengo la charla preparada!

Intentaré ir a alguna de las plenarias y ya os contaré lo que aprenda.

domingo, 13 de marzo de 2011

¿Conoces a tu hijo? (Post Invitado)

Una amiga con la que comparto reflexiones sobre la educación y desahogos me ha hecho el favor de escribir lo que le acaba de pasar con su hija como post invitado. Aprovecho para animaros a quienes queráis compartir algo a que hagáis lo mismo. No sólo de comentarios viven las reflexiones :)

Gracias, niña.

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Soy una "madre canguro". Paso todo el tiempo que puedo con mis hijos. 
Si pudiera, ese tiempo sería mayor aún. Aunque puedo decir que las únicas
horas que no paso con ellos son las que se enmarcan en el horario escolar.
Juego, bailo, leo, pinto, hablo con ellos.  No digo que sea una madre perfecta, 
pero sí que soy cercana, "achuchona", y que pongo todo lo mejor de mí.

Pero con todo y eso, llegó un día que mi hija mayor pareció pegar un cambio impresionante. 
Una niña buena, cariñosa, tranquila, pacífica, muy unida a mí, y de pronto una ira enorme la invadía 
y así se expandía. Se rebeló contra los deberes, contra estudiar
para los exámenes. Escribió mal a propósito, sacó malas notas. Se enfadó mucho
por todo y por simplezas. Exageró en su enfado contra el mundo. Y contra mí también.

Una vez leí un breve artículo titulado Padres detectives en el que hablaba sobre 
los padres que, ante un problema de sus hijos, lograban descubrir su causa, volcando en ello lo mejor de su
inteligencia intelectual y emocional.
Con el estómago encogido cada día, porque se trataba de mi niña, me lo tomé con mayor
dedicación que la investigación para una tesis doctoral. 
Leí bibliografía, indagué posibles causas. Valoré causas fisiológicas, emocionales, de contexto.
Fui desde la posible pubertad anticipada, una adolescencia precoz - edad-del-pavo-antes-de-tiempo, 
hasta un posible estrés  por demasiados deberes, exigencias y estudios. 
Pasé por sopesar un entorno competitivo, una niña con mentalidad todavía infantil, sin entender nada, en medio 
de otras demasiado adultas para su edad.

En paralelo con eso puse en práctica estrategias encaminadas al control de los enfados, el encauce
positivo de la ira, relajación respecto del entorno competitivo, subirle la autoestima, darle mucha más compañía
refuerzo del comportamiento positivo y hacerle ver buenas ventajas (no materiales) de ser grande y mayor. 

Me presenté varias veces en el cole en horas de recreo para observar, exploré, hablé con la profesora, hablé con mi niña,
intentando buscar una causa, busqué a través de las madres de sus amigos lo que otros niños tuvieran que contar.
Y, finalmente, la recompensa llegó y vino tirando de la lengua de ella misma, y vino a la misma vez contado
por otros niños. Encontré a mi hija en medio de la agresividad física y verbal
de un niño y algunos "acólitos". La encontré con la autoestima destruida por sus burlas, con la
timidez exacerbada por el ridículo al que podía someterse. La encontré enfada con su entorno por estar 
desprotegida ante todo eso, enfada consigo misma por no saber salir de la situación, rebelde contra 
toda forma de control de su persona. 

Me sentí feliz sólo por el hecho de saberlo y de que ella supiera que yo lo sabía. Ella se sintió feliz
porque yo lo supiera, porque lo hayamos hablado con su profesora, por sentirse apoyada en todas partes.

Y ha sido como si hubiera empezado a salir el sol otra vez después de la tormenta.

No digo que todo ha terminado, el camino que ya habíamos andado, tendremos que seguir con él, las medidas
tomadas deberán seguir dando frutos. Será con paciencia, pero con alegría de saberse no dando palos
de ciegos y de ver la recompensa en la sonrisa que ilumina todo el rato la cara de mi hija.

Con esto una recomendación a todos los padres para emplearse a fondo, como decia antes, volcar todos
sus recursos, su inteligencia emocional e intelectual, confiar en su instinto, no darse por vencido.
Estoy convencida de que el tiempo, el mucho tiempo y de mucha calidad, que he pasado siempre con mis hijos
me ha ayudado en esta situación, porque confío en lo que sé sobre ellos, en lo que los conozco, 
y confío en la fortaleza de  su relación conmigo. Este es el amor con mayúsculas. 

miércoles, 9 de marzo de 2011

Las TIC en los juegos infantiles educativos

¡Me han publicado un artículo!

http://www.creatividadysociedad.com/index.html

(Número 16, Marzo 2011)

jueves, 3 de marzo de 2011

Ven al cole... sin el niño

Hoy toca un desahogo:

Nos mandan una nota del cole diciendo que, para ayudarnos a hacer los disfraces, van a organizar un taller a las 4 en la clase para que vayamos a hacerlos allí. Que llevemos grapadora y tijeras. Me descoloca. No sé si dar las gracias por la supuesta ayuda o si aclarar que mi hijo pasa de vestirse de mariquita (de las rojas con puntos negros), o si aclarar que tengo muchas cosas interesantes que hacer a las 4... En fin. Me autoimpongo animarme y, por un momento, visualizo la clase donde estaré tan ricamente tirada en el suelo entre cartulinas y barras de pegamento, viendo cómo los niños malrecortan unos lunares que malpegan en un saco rojo. Empiezo a oler la goma de borrar. Y me imagino a los críos riendo y pisoteando todo. Y algunas de las madres de sus amigos son bien simpáticas. "Con ganas, niña", me digo, "que puede estar bien". Confirmo con la profesora: ¿Esta tarde es lo de los disfraces? Sí. ¿Y los niños?, digo tontamente, pensando que a esa hora el mío tiene cerámica. "Mejor que no vengan, que va a ser mucho lío." Y veo cómo comienzan las llamadas a padres y abuelos para ver quién se queda con el niño. Se me borra la sonrisa. Me apunto cancelar la cancelación de los planes de la tarde y perder la grapadora. Y que no se me olvide esconder las tijeras. No vaya a ser que a última hora me entre el remordimiento de conciencia y acabe pareciéndome hasta normal organizar una actividad de niños y para los niños... sin los niños.

jueves, 24 de febrero de 2011

Tiempo de calidad

He hablado con el rector de mi universidad. Le he dicho que muchos psicólogos, pediatras y opinadores de revistas afirman que lo importante no es el tiempo que paso con los alumnos, sino que ese tiempo sea de calidad. Le he dicho que voy a dar una de cada dos clases. Pero con calidad. Que las clases que dé, serán mucho más intensas y les dedicaré toda mi atención.

¿Qué? ¿Que no cuela?

Pues hay muchos padres que se han agarrado a la idea como a un clavo ardiendo. Será porque así pueden no-conciliar la vida laboral y familiar pero no sentirse culpables por ello. Es la manera de llegar a casa a las 20 (bien el padre o bien el hijo -que viene de una sesión maratoniana de extraescolares-) y no sufrir por ello (el padre, of course). Claaaro, es que el ratito que están con sus hijos es de muchísima calidad. No como el de esos que no trabajan o lo hacen con reducción de jornada o hacen malabares con las reuniones para llegar antes a casa. Esos están con sus hijos muchas horas, pero los miran de soslayo. Y eso vale la mitad.

lunes, 14 de febrero de 2011

Deberes II

Las madres suelen ser más pacientes; pero, entonces, se perfila otra trampa: el niño puede contentarse con escuchar distraído --todavía más distraído-- en clase, con la seguridad de revisar la lección con la madre, que le explicará lo que no haya entendido. Poco a poco, va apoyándose cada vez más en esta muleta siempre presente y ni siquiera hace el esfuerzo de seguir la clase. Todo el mundo sabe que tendrá la tentación de ser menos puntilloso con la ortografía si tiene la garantía de que un corrector haga su trabajo y retome todo el texto en busca y captura del menor error. El niño que siempre recibe ayuda se encuentra constantemente en esta situación, de modo que ya no sabe escuchar asiduamente una clase y tratar de entenderla sobre el terreno, como si uno no se esforzara por acordarse de un itinerario si tuviera siempre al lado a un guía que le indicara el camino que debía seguir. Privado de sus directrices, uno se pierde completamente.


Es una dimisión permanente, de la que nadie es consciente, hasta el momento en que la enseñanza supera la competencias de la madre, que estudió latín y griego, pero no recuerda nada del programa de matemáticas; aún puede explicar una etimología, pero no una integral. El niño aterrado, que pensaba que esa ayuda sería eterna, vive su ignorancia como si se tratara de una catástrofe. Escucha las palabras de aparente sentido común que le dirigen con tono comedido: <<Ahora eres mayor; durante mucho tiempo te he enseñado cómo trabajar, puedes continuar solo perfectamente>>. Y se hunde. Tal vez sea <<mayor>>, pero no sabe cómo trabajar y esta ayuda que se zafa de repente agrava todavía más el problema. Hasta el momento, <<trabajar>> era que mamá le explicara todo lo que no había entendido, o no había escuchado, o no había comprendido, era repetir las clases con una experta profesora particular que sabía cómo ayudarle. La yunta se deshace y deja tan perdido a quien debe continuar el camino como si nunca hubiera conducido en la vida.


Justificar su actitud diciendo <<Si no voy detrás de él, no hace su trabajo>> resuelve el problema en un primer momento, pero impide encontrar una solución eficaz. El niño debe aprender a trabajar por sí solo.

Extraído de "Niños superdotados. La inteligencia reconciliada", de Arielle Adda y Helene Catroux.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Perdona que no te haya comprado una piruleta

A la entrada y la salida del cole se ven muchos modelos de padres y muchos modelos de hijos. Los hay que llegan caminando tranquilamente de la mano, los hay que bajan del coche a gritos, los hay que entra el padre y al rato el hijo... vamos, de tó. Hace unos días, a la salida, una madre cogió en brazos a su pequeño (de unos 3 años) para ir hacia el coche. En el trayecto, el niño pregunta "¿Me has traído una piruleta?". La madre responde "Ay, es que no he podido". Sin mediar palabra, el niño abofetea a su madre. Tal cual. Aprovechando que le queda cerquita porque va en brazos. Con la manita bien abierta. La madre responde con una tímida sonrisa "Pero he comprado pan, que te gusta mucho".

sábado, 29 de enero de 2011

Andamiaje en la educación

He estado últimamente leyendo cosas sobre Vygotsky (1896-1934), un psicólogo ruso muy prolífico y que dijo cosas muy interesantes que ahora, casi un siglo después, andan redescubriendo por USA. Una de las ideas que más me están gustando es la ZPD y el andamiaje. Se trata de distinguir entre lo que un alumno es capaz de hacer por sí mismo de aquello que sería capaz de hacer con ayuda. Denomina ZPD (Zone of Proximal Development) a la distancia entre estas dos cosas. De ahí, surgió el concepto del andamiaje, refiriéndose a esas ayudas que se necesitan hasta que el alumno es independiente.

En el libro que estaba mirando hablan de ejemplos de andamios que se pueden poner en distintas tareas. Por ejemplo, cuando se trata de que un niño repita una historia que le han contado, puede hacerse sus dibujos o sus anotaciones para recordar la secuencia. Cuando aprende a sumar, se puede apoyar en el conteo con los dedos. Cuando aprende a escribir su nombre, se le puede dar una tarjeta para que lo copie. Cuando intenta continuar una serie, se le puede cantar "círculo-cuadrado-círculo-cuadrado". Y así. Hasta ahí, pues todo suena familiar y lo hacemos de manera natural con los niños. La parte que más me está dando que pensar es cuando hablan de la importancia de quitar el andamiaje en cuanto sea posible. Si mantenemos el conteo con los dedos o cantamos siempre la secuencia nosotros, estamos frenando ese paso de algo que se sabe hacer con ayuda, a algo que se hace de manera independiente. En el libro dan ideas (fundamentalmente orientadas a usar en clase, pero muchas valen para casa también) de cómo retirar esos andamios y cómo sustituirlos, cuando no es posible quitarlos todavía, por andamios cada vez más ligeros. Siguiendo con el ejemplo de las series, los pasos podrían ser: Cantar nosotros la serie -> pedir que canten la serie -> pedir que pongan el lápiz sobre cada elemento "pensando" la palabra -> hazlotúsólo.

Desde que empecé a darle vueltas a estas cosas, voy por la calle y por el parque y por mi propia casa buscando andamios excesivos. Y los encuentro a montones (en casa también, claro). Y desde que presto oídos al tema, no paro de escuchar a niños que gritan que les quiten los andamios y que piden abrir la puerta del coche, y que quieren subir a un tobogán más alto, y que quieren elegir su propia ropa. Es mucho más rápido abrir la puerta nosotros mismos. Y da cosilla en el estómago que se suban tan alto. Y algunas veces querríamos poner un cartel a la espalda que dijera "hoy se vistió él" para que la vecina no piense que nos volvimos daltónicos o hippies. Pero cuando uno quita los andamios y ve que el edificio sigue en pie, entonces es cuando realmente hizo su misión como educador. Porque tan importante es saber qué andamio poner, como qué andamio quitar.

lunes, 17 de enero de 2011

ish - Un cuento sobre los dibujos

Un comentario de Marta sobre los dibujos de los niños y sobre cómo les obligamos a que pinten sólo aquello que ven con sus ojos y tal cual lo vemos nosotros, me ha hecho releer este cuento con el enano y no me resisto a poneros una traducción libre. Por problemas de copyright no os puedo poner los dibujos. Una pena, porque Peter H. Reynolds es genial.

-OSO

A Ramón le encantaba pintar. En cualquier momento. Cualquier cosa. En cualquier sitio.

Un día, Ramón estaba pintando un jarrón. Su hermano, León, miró por encima de su hombro. León empezó a reírse. "¿QUÉ es ESO?", preguntó. Ramón no pudo ni contestar. Simplemente, hizo una bola con el papel arrugándolo y lo lanzó bien lejos. La risa de León perseguía a Ramón. Intentaba hacer que sus dibujos estuvieran "bien", pero no lo conseguía.

Tras muchos meses y muchas bolas de papel, Ramón dejó su lápiz. "Abandono." Marisol, su hermana, lo estaba mirando. "¿Qué quieres TÚ?", gritó Ramón malhumorado. "Te estaba mirando pintar", dijo ella. Ramón la miró con desdén. "NO estoy pintando. ¡Pírate!". Marisol salió corriendo, pero primero recogió una de las bolas de papel. "¡Eh! ¡Dame eso ahora mismo!". Ramón persiguió a Marisol por las escaleras y hasta su habitación. Ramón estaba a punto de gritar, pero se quedó mudo cuanto vio las paredes de la habitación de su hermana... Había una exposición de dibujos arrugados. "Este es uno de mis favoritos," dijo Marisol señalando. "Eso se SUPONÍA que era un jarrón", dijo Ramón, "pero no se parece." Ella exclamó: "Bueno, parece... jarrón-OSO." "¿Jarrón-OSO?" Ramón lo miró más de cerca. Entonces volvió a mirar los dibujos en las paredes de Marisol y empezó a verlos de una manera diferente. "Parecen... -osos", dijo.

Ramón se sintió ligero y lleno de energía. Pensar osa-mente dejó que sus ideas fluyeran libremente. Empezó a pintar lo que sentía - garabatos elásticos. Listos para saltar. Sin preocupaciones. Ramón volvió a pintar, y pintó el mundo a su alrededor. Hacer un dibujo -oso sentaba la mar de bien. Llenó cuadernos arbol-osos, edificio-osos, barco-osos, atardecer-osos, pez-osos, sol-osos. Ramón se dio cuenta de que también podía pintar sentimientos -osos: Paz-osos, graci-osos, nervi-osos. Sus dibujos -osos le inspiraron para escribir -osamente. No estaba seguro de si lo que escribía eran poemas, pero sabía que eran poem-osos.

Una mañana de primavera, Ramón tuvo una sensación maravillosa. Era una sensación que ni las palabras -osas ni los dibujos -osos podían capturar. Decidió NO capturarla. En su lugar, simplemente, la saboreó...

Y Ramón vivió osamente para siempre jamás.

(Traduzco hasta la dedicatoria: Dedicado a Doug Kornfeld, mi profesor de arte, que me retó a pintar para mí mismo y encontrar mi voz.)

miércoles, 5 de enero de 2011

Economía comportamental

Muchos educadores abogan por los sistemas de puntos y de caritas sonrientes y tristes para dirigir el comportamiento de un niño. Igual que con "la silla de pensar", los abogados de estos sistemas se basan en el éxito de los mismos. La idea es que cada vez que el niño muestra el comportamiento que queremos que se repita, se le da un premio (una carita sonriente en un cuadrante, un privilegio, un regalo...). No difiere mucho de lo que se hace con los perritos cuando se les está entrenando: caricia en la cabeza, palabras cariñosas, un hueso... Todos los practicantes afirman que funciona.

Sin embargo, existe toda una corriente en contra de esta economía de caras y premios que, al ser minoritaria, se ve obligada a defender su postura con algo más que un simple "esto funciona". La idea es tan sencilla como que estamos creando una dependencia externa de reconocimiento. Si, por el contrario, enseñamos al niño a estar orgulloso de sí mismo o avergonzado de sí mismo por sus actos, el comportamiento deja de depender del exterior y se repite incluso a espaldas del administrador de los puntos.

Cuando mi hijo en la mesa me dice "mami, no mires", ya sé que va a meter los dedos en el plato, o que va a hacer pompas en el vaso, o cualquiera parecida. Yo le sigo el juego, porque sé que está demostrando que sabe lo que debe y lo que no debe hacer. La tarea pendiente es que, aunque yo no mire, consiga frenarse y no hacerlo. Está claro que, para él, esas normas son impuestas y no tienen sentido. Por otra parte, jamás me ha pedido que yo no mire para tirar abajo la estantería del salón. Esa norma está asumida, tiene sentido para él y el comportamiento adecuado sale de dentro esté o no esté yo presente.

Cuando un niño de 4 años tiene el comportamiento dirigido por unas pegatinas, es fácil que siga el camino marcado. Las amenazas de "no hay pegatina" son suficientes para frenarlo. Cuando ese niño llega a los 10 años, la inflación ha hecho que los comportamientos vayan siendo cada vez más caros: La wii si apruebas matemáticas; un mes sin tele si suspendes. Y, si la cosa sigue torcida, a los 16 años, ¿ya sólo queda la posibilidad de echarlo de casa? Conozco varios casos de universitarios que no se hablan con sus padres (curiosamente, suele ser con el padre). Para no echarlos de casa, los condenan al ostracismo. Supongo que no encuentran un castigo mayor que no les cree remordimientos.

Creo que los educadores debemos hacer todo lo posible para que los comportamientos adecuados salgan de dentro, sin mezquindades. Es un camino mucho más tortuoso que un cuadrante en la puerta de la nevera. No hay recetas "que funcionen" a corto plazo. Es mucho más difícil de explicar a los más pequeños... pero, a la larga, estaríamos garantizando que esos niños serán, además, ciudadanos más responsables, lo que es interesante para toda la sociedad. ¿Os acordáis de aquel anuncio de un señor en un semáforo que decía "Nadie me ve... ¡este me lo salto!"? O les enseñamos a avergonzarse de sus faltas y enorgullecerse de ellos mismos, o les hará falta un radar en cada instante de su vida, un gran hermano que premie y castigue. Creo que merece la pena intentarlo.