miércoles, 21 de noviembre de 2012

Visión global

Últimamente ando en cien historias y no tengo tiempo de contar mis reflexiones. Pero esta, aunque me acueste un poco más tarde hoy, tengo que soltarla. Todo viene de muy antiguo, pero empiezo por el final.

PRIMERO
Lo último que ha pasado es que, hablando con mi hermana, hemos coincidido en que nos parece una ventaja para un crío de 1o de Primaria que su profe venga de dar 5o o 6o el curso anterior.

SEGUNDO
Lo anterior fue esta entrada de mi amigo Pedro Ramos, donde decía que tener una visión global de las matemáticas que necesita un maestro lo hacen mejor profesor de matemáticas en Magisterio.

TERCERO
Desde que soy madre, he descubierto mi pasión por la enseñanza a los más pequeños y la estoy poniendo en práctica enseñando programación (y más cosas) a chavales a partir de los 7-8 años. Además, sigo de cerca los avances de mis hijos y de cualquier niño que se deje observar. Miro en qué momento están de su desarrollo. Reflexiono sobre su evolución respecto al aprendizaje. Me pregunto si es más fácil entender la suma como agregación o como descomposición. Me pregunto si es mejor un método global o de silabeo para el aprendizaje de la lectoescritura.

CUARTO
Desde hace infinitos años, vengo dando asignaturas de primer cuatrimestre en primero de carrera. También doy en 2o o 3o según el año; en Máster o en doctorado... pero casi siempre tengo un "primero de primero".

Y hoy he sentido como una revelación algo que, realmente, es una obviedad: La visión global es una de las claves fundamentales en la docencia. En cualquier docencia. Y cuanto más global, mejor.

Desde hace infinitos años, defiendo que todo profesor de Universidad debería estar obligado a pasar por primero de primero cada, digamos, 3 o 4 años. Ver lo que entra. Ver qué ha cambiado. Verlos llegar... tan despistados.
Y es que dar clase en primero de primero me hace mejor docente de Máster.
Y es que saber qué hacen y cómo aprenden los chicos en los colegios e institutos me ha hecho mejor docente en primero de primero.
Y, por eso coincido con mi hermana en que un profe que haya dado clase en 5o o 6o de Primaria, beneficia a los chicos de 1o.

Conozco a muchos (demasiados) docentes, que buscan sólo dar una misma asignatura año tras año. Quizás de 3o de carrera, quizás de 1o o 2o de Bachillerato. En los maestros, un mismo curso, quizás sólo 3o de Primaria. O sólo su especialidad: 25 horas de Educación Física. Igual no han tenido esta revelación que, realmente, es una obviedad. O puede que no sea una obviedad y yo he perdido el foco. Pero resulta que creo firmemente que, en educación, no vale lo de "quien mucho abarca, poco aprieta".




miércoles, 18 de julio de 2012

¿Son los adolescentes multitarea?

¿Tú pagas la radio cuando aparcas?

Muchas veces me ha pasado aparcando en un sitio complicado o con mucho tráfico o, en general, en Madrid, que apago la radio cuando estoy aparcando. Y es que cuando necesitas el 100% de tu atención en una tarea, ese pequeño hueco que ocupa el anuncio de colchones que no estabas oyendo, no tiene cabida.

Esto viene a cuento de los (muchos) adolescentes que estudian con la tele, el ordenata, la radio, el twitter abierto y una amiga al teléfono. Cada vez son más y cada vez nos intentan convencer de que es que ellos son multitarea, no como nosotros, que estamos en otra generación.

Y mire usted: En una generación los cerebros no cambian su composición ni su distribución ni sus conexiones. No evoluciona el hombre a esa velocidad. Tienen las mismas limitaciones que cualquier otro ser humano. Si realmente estuvieran usando el 100% de su atención en eso que están leyendo, todo lo demás, les molestaría tanto como a mi la radio cuando el aparcamiento es complicado.

A bloquear el exterior yo lo llamo "estar en la zona". Cuando trabajo en casa y entro en la zona, puede haber niños jugando del otro lado de la puerta, puede sonar el teléfono y podría estar la música encendida. Pero como el 100% de mi atención está en lo que está, no soy capaz de decir que todo eso está sucediendo. El esfuerzo que hace mi cabeza para filtrar todo eso es, obviamente, mayor que cuando las condiciones son mejores. Y el tiempo durante el cual puedo hacerlo es, obviamente, menor que si no tuviera que filtrar. De hecho, si alguna vez me habéis llamado por teléfono y estaba en la zona, las probabilidades de que cuando vuelvo de allí no recuerde, no ya la conversación en sí, sino quién llamó, son avergonzadoramente altas.

Si realmente estuvieran estudiando, no recordarían si alguien tuiteó algo, ni lo que pusieron en la radio. Y, si recuerdan algo de eso, no es que sean multitarea, es que alguna de ellas no la estaban haciendo bien (¿puede que fuera la de estudiar?)

Os dejo aquí un enlace (en inglés) por si os interesa tirar de esa hebra o de esta otra para tener más datos.


Breve reflexión sobre "el tasazo"

Se ha llamado "el tasazo" a la subida de tasas en las universidades para el curso 2012-13.

En la mía, la subida es (calculando el porcentaje como cuánto sumar al precio del año pasado, que esto de los porcentajes lo calcula cada periodista como a él más le gusta).
  • en la primera matrícula: 7.6% 
  • en la segunda: 6.6% 
  • en la tercera: 43%
  • y en la cuarta y siguientes del 97%
Es evidente que esta medida afecta especialmente a los alumnos a los que se les atraganta alguna asignatura o #modoIroniaON a los que el profesor, como solemos hacer muchos para no aburrirnos , "le coge manía" #modoIroniaOFF.

Tengo una asignatura (que no es la misma de la que hablé en otro post, pero se le parece por ser de un plan en extinción), en la que los ingresos por matrículas del próximo curso serán de 4000€ más que en este. ¿Y cómo les he podido tomar tanta manía? Dado que esa asignatura la impartió otro compañero durante varios cursos y yo me encargo de ella desde hace sólo dos, dejemos ya las manías como posible explicación a los suspensos "de larga duración".

¿Que qué ha pasado entonces? Pues esa es una buena pregunta. Pero me temo que no lo sé. Ya quisiera yo entenderlo.

Sólo os puedo dar algunos datos:
  • Tengo un chaval que pasará de pagar 376€ a 698€ por matricularse. Este chico lleva 9 años matriculándose en una carrera técnica (pensada para hacerse en 3). Este año sólo se ha matriculado de esta asignatura y le ha costado 376€. No se ha presentado a ninguno de los dos exámenes. 
  • Tengo otro que, en 4 años, ha aprobado algo más del equivalente a un curso. Este año debió pensar que había llegado el momento de ponerse con ello y se matriculó de 126 créditos (casi 2 años de la carrera del tirón). Nunca se había presentado a esta asignatura en las 8 oportunidades que ha tenido. Este año, a pesar de la buena intención inicial, ha vuelto a no presentarse. Su matrícula, que el año pasado estimo que costó 5000€, valdrá el próximo unos 11000€.
  • Y un último dato: El que en 7 años ha superado un curso y medio. Sólo se ha presentado una vez a esta asignatura en esas 14 ocasiones. Se ha vuelto a matricular. No se ha presentado a ninguno de los dos exámenes. 
Y yo, que veo a chavales que curran, a chavales que les cuesta, a chavales que se ponen a ello y que, a curso por año, pasan sin hacer casi ruido, un 3.7% de subida de tasas, me parece una barbaridad.

Y la misma yo, considero que alguien les tenía que haber dicho a estos otros, antes de ahora; mucho antes de convertirse en adultos que rondarán los 25 años sin saber por qué siguen aquí ni qué hacer ya con su vida, que nadie tiene derecho a tirar a la basura todo lo que se invierte en ellos. Y, así las cosas, casi pediría a las universidades que recuperasen aquellos sistemas tan antiguos donde a uno se le avisaba a tiempo de cuándo se había equivocado al elegir la carrera o, incluso, al ir a la universidad. Y que pudieran rehacer su vida cuando están a tiempo. Puede que el tasazo tenga esto como efecto secundario, pero sólo en las familias que no puedan permitirse seguir viviendo el engaño de que su hijo, más tarde o más temprano, aunque sea a 11.000€/año, acabará siendo ingeniero.

(Editado para corregir los porcentajes iniciales porque detecté un error)

sábado, 2 de junio de 2012

Un bocado de mi realidad universitaria

Está todo el mundo hablando de un decreto que, entre otros muchos cambios, introduce una modificación en las tasas que los alumnos pagan en la universidad. Manteniendo mi postura apolítica en este blog, sólo quiero daros un pequeño "bocado de realidad".

El lunes tengo un examen del plan anterior a Bolonia. Los alumnos que comenzaron la carrera hace 3 años se encontraron en esa situación de ser la última promoción de su plan de estudios. Esto implica que, o van a curso por año, o se cambian al plan nuevo (pidiendo convalidaciones de lo que ya tengan aprobado), o siguen adelante sabiendo que no se dan clases de su plan y sólo tienen los exámenes. Una situación complicada para ellos.

La asignatura de la que hablo es del primer curso, por lo que esta última promoción hace dos cursos que no tiene clases pero sí exámenes. Según parece, se les va a dar esta opción durante 3 años, es decir que, una vez cursada la asignatura con sus clases y con sus dos exámenes, van a tener 6 oportunidades más de aprobar. En total, 8 opciones de aprobar. La del lunes es la número 5.

En la lista hay 11 alumnos.
- 2 de ellos llevan 3 matrículas. Uno se ha presentado una vez. El otro, ninguna.
- 3 de ellos llevan 4 matrículas. Uno se ha presentado una vez. Los otros dos, ninguna.
- 3 de ellos llevan 6 matrículas (Sí. Lo que digo es que llevan 6 años en primero). Ninguno de los tres se ha presentado a ninguno de los 10 exámenes que han sucedido los pasados 5 años.
- 2 de ellos llevan 9 matrículas. Uno se ha presentado en 2 ocasiones de las 16 que ha podido. El otro nunca. De los 16 exámenes, no ha venido nunca jamás a uno.
- 1 de ellos lleva 10 matrículas. Se ha presentado una vez a un examen de las 18 (!) oportunidades que ha tenido.

Preparaba ayer mi examen: escribía un enunciado, hacía las copias, cogía folios blancos, y me aseguraba de que vendrá un compañero conmigo (siempre vamos, al menos, 2 profesores a cada examen por si uno tiene algún problema durante la celebración --o tiene que ir al baño, vamos--). Mientras hacía todas estas cosas de manera casi mecánica, mi cabeza iba sumando: dedicación de los profesores, fotocopias, folios, aula, mesas, luz, baños, conserje, cafetería, biblioteca, ... ¿sigo? Y me preguntaba si no estaremos haciendo un flaco favor a estos 11 chicos. Si no les estaremos transmitiendo el mensaje equivocado, de cuando en España no estaba cayendo la que está cayendo y atábamos los perros con longaniza. Alguien debería asumir la responsabilidad de decirles que 10 años de matrículas conlleva un coste a la sociedad que no nos podemos permitir en este momento. Porque yo sólo puedo asumir mi responsabilidad de poner un examen de *exactamente* el mismo nivel de exigencia que los últimos 18. Porque cualquier otra cosa por mi parte, sería injusta con todas las promociones anteriores y con la sociedad, que me pide que los Ingenieros sepan ciertas cosas. Y yo tengo que garantizar que, las que me tocan de la lista, las sepan. Porque no tendrán una nota al pie en su título indicando que sus exámenes eran de los "fáciles", de cuando pides al cielo que se presenten y aprueben de una vez. Porque no puedes seguir cada año gastando energías y recursos de esta manera.



domingo, 22 de abril de 2012

¿A qué se dedican los profesores de universidad?

Este cuatrimestre no doy clase. Sí, soy profesora en una universidad. Y durante todo este cuatrimestre no doy una sola hora de clase. Y me pagan. Todos los meses. Y no siento que esté estafando a ningún contribuyente. Sé que es difícil de comprender, pero es que el cuatrimestre pasado dí el doble. Una maratón docente. Eso sí: prácticamente no hice nada más que dar clase. ¿Y qué hago ahora?

Mi universidad no ha puesto en mi carnet que yo sea profesor. Eso lo digo para no parecer repipi, porque lo que pone en el carnet es PDI=Personal Docente e Investigador. Cómo se reparten la D (docencia) y la I (investigación) depende mucho de cada puesto y de cada departamento y, para lo bueno y para lo malo, de cada uno. Con el tipo de puesto que tengo, la ley indica que tengo que impartir, como máximo, 8 horas por semana de clase. Esas son las horas en las que físicamente estoy en un aula rodeada de alumnos. Además, tengo 6 horas de tutorías que tengo que estar en mi despacho a disposición de cualquier alumno que tenga una duda. Suman 14. Hasta 37.5, me quedan 23.5 horas "libres". Aunque cada gremio es un mundo, dejadme que os cuente someramente qué hago con todas esas horas para que se entienda mejor cuando en los periódicos hablan de la dedicación del profesorado universitario.

En primer lugar, mi docencia es en Informática. Sólo por la rápida evolución de la disciplina, el número de horas que dedicamos a ponernos al día es simplemente inmedible. Por mucho que tu asignatura no tenga que ver con, por ejemplo, sistemas operativos, el laboratorio donde haces las prácticas y los portátiles de los alumnos, van a venir cada 2 años con un algo que desconoces. Yo uso habitualmente un Mac, un PC con Linux y un PC con Windows. Cada vez que cacharreo en alguno de esos tres, me estoy poniendo al día y aprendiendo. Esto sucede cuando preparo clases, cuando escribo un correo a mi familia o cuando pongo a mi hijo un juego en el ordenador. Cacharreando con unos y con otros voy aprendiendo (no ya sé las veces que me he cargado los ordenadores de casa y he reinstalado cosas y he recuperado información y he puesto la última versión de tal o cual. Y sigo pensando que no sé suficiente...).

Poned la cifra que queráis en "actualización de conocimientos".

En segundo lugar, soy una inconformista y siempre creo que la manera en que he contado un determinado concepto este año puede ser mejorada. Así, soy incapaz de funcionar con unas transparencias que preparo un curso y proyecto año tras año. Me ajusto mejor a la pizarra y la tiza. Ahí puedo reaccionar a las caras de mis alumnos, a sus dificultades (que son distintas a las del curso anterior), al calendario (que suele tener fiestas todos los lunes y coincide con el mismo grupo de teoría que se me va quedando retrasado del resto). Libretas con anotaciones en los márgenes en los que escribo y sobreescribo curso tras curso con ideas y cambios respecto al año anterior me ayudan a preparar esas clases que, aún en su quinta edición (tras cinco años repitiendo un mismo "rollo"), soy capaz de volver a dar la vuelta para probar otra manera de comunicar un concepto. Antes de cada clase, repaso mi libreta, miro los ejercicios que recomiendan en alguno de los libros que han salido últimamente, decido si cambiar el que había pensado por este otro... Al final, en mi pizarra, acabo también improvisando algo porque la realimentación de mis alumnos es fundamental a la hora de acelerar o frenar.

Además de las clases propiamente dichas de papel y pizarra, tengo clases de laboratorio (con 20 ordenadores en marcha y cada alumno equivocándose en un lugar diferente y pidiendo ayuda). Ahí sí que reconozco que no es lo mismo dar en primero que en tercero o cuarto. De las de primero salgo literalmente sudando. ¡La de cosas que pueden salirles mal a los novatos! La facilidad extrema del copiar-pegar en informática, nos hace tener que cambiar cada año los enunciados, las correcciones, y el control sobre las copias ilícitas. Es dificilísimo convencer a los alumnos de que una práctica a mitad del cuatrimestre que vale 0.5 puntos sobre la nota final no merece ser copiada. Que es un favor que les hacemos para que puedan aprender poco a poco. Que no lo hacemos porque nos guste corregir. De hecho, corregir 80 prácticas de laboratorio es una de las cosas más tediosas de mi trabajo. De hecho, dedicar tanto tiempo a revisar el detector de copias automático, mirar los ejercicios que el detector considera iguales, hablar con el compañero que da clase al otro chaval implicado, hablar con los chavales, explicar el cero con asterisco... es uno de los momentos en los que sí que siento que estoy "perdiendo" el tiempo. Aunque sepa que es mi trabajo y que, si no lo hiciera, estaría siendo injusta con todos los alumnos que sí han hecho las cosas bien.

Preparación de clases, reuniones de coordinación con otros profesores, redacción y corrección de prácticas, redacción y corrección de exámenes, etc. Poned otra cifra en "tareas de docencia fuera del aula".

En tercer lugar, las ingenierías tienen una asignatura obligatoria donde tienen que hacer un proyecto final de carrera (y los máster añaden ahora el trabajo de fin de máster). Ahí, los alumnos tienen que demostrar que son capaces de integrar los conocimientos de las distintas materias de sus estudios. Por supuesto, el director de ese proyecto tiene que tenerlos integrados y, cada vez que un alumno mio presenta su proyecto, añado a mi lista de "actualización de conocimientos" unas cuantas cosas. Esta actividad necesita una cantidad de horas muy variable y dependiente del alumno en cuestión. Hay alumnos que pasan cada semana/quincena por el despacho totalmente despistados y necesitan un par de horas de dedicación, y hay alumnos que aparecen una vez al mes con resultados razonables y con 1 hora están listos para volver a desaparecer durante un mes. La que no falla es la de la redacción de la memoria: ahí sí que toca devolver el primer capítulo con un "vuelve a escribir esto", el segundo intento totalmente garabateado y con tachones y ya, el tercero, con un "bueno, vale, sigue con el siguiente capítulo". Es increible la poca costumbre que tienen de redactar y lo mal que lo hacen en general.

Como esto de las becas de investigación, de las plazas de profesor y, por lo tanto, de los doctorados está de capa caída, no tengo alumnos de doctorado que sumar en este apartado de "dirección de trabajos".

La suma de lo anterior, que ya veis que son bastantes más de 8h/semana, son mis tareas de Docencia, la D de mi puesto de PDI. Sigo ahora con la I.

Yo tengo claro que tengo vocación investigadora y que me gusta sentarme a pensar y a discutir sobre problemas de los que no se conoce aún la solución. Mi trabajo está en algún lugar a caballo entre las matemáticas y la informática. Si bien las aplicaciones prácticas no son inmediatas, estoy justo en el punto anterior: no se aplica hoy, pero podría ser interesante para una empresa pasado-mañana. Mi tareas de investigación son medidas por mi universidad en función de varios apartados: captación de financiación (proyectos y contratos que traigan dinero a la universidad), publicaciones en revistas (no vale la gaceta parroquial; miran la calidad de la revista en función de cuánta gente la lee o cita sus artículos), participación en congresos (también separando los pata-negra de los que no), y varias cosillas más.

Para conseguir financiación hay que estar en un equipo de trabajo (prácticamente nadie trabaja solo en esto). Con ese equipo hay que reunirse para investigar: sentarse con tiempo por delante, y dedicar algunas mañanas a leer los artículos de otros equipos que trabajan en cosas parecidas, otras a plantear hipótesis, otras a discutir y desarrollar ideas, otras a programar los experimentos, otras a revisar los resultados de los experimentos, otras a redactar una versión de 12 páginas con todo lo anterior, y otras a revisar los comentarios de los revisores, que dicen que por qué hemos tomado esto y no lo otro. (Más o menos esto es el proceso de publicación.)

Cuando un trabajo va a congreso, hay que preparar unas transparencias, ensayar 2 ó 3 veces el discurso para que salga en los 14 minutos exactos que la organización pide, bloquear la agenda de la pareja, la canguro y demás implicados en las fechas clave para poder ausentarse de casa 3-5 días. Si se tienen las 8h de clase, hay que ver si un compañero puede hacer la sustitución ("te-debo-una-ya-me-dirás-cuándo") o si cambiar la hora con los alumnos ("y-de-dos-a-cuatro-qué-os-parece"). A diferencia de la mayoría de empresas que yo conozco, ir a un congreso exige montar temporalmente tu propia agencia de viajes: te reservas el hotel, buscas el avión, miras si hay que coger un tren desde el aeropuerto, cuadras fechas, tiras al más barato y lo pagas todo con tu propia tarjeta de crédito. Como esto sucede 1-2 meses antes del congreso y, dependiendo de la uni, cobras 2-3 meses después de la celebración, en épocas altas de congresos, yo he llegado a tener del orden de 1000 euros sistemáticamente adelantados a mi universidad. Cuando recuperaba en mi cuenta un adelanto, ya estaba pagando yo la inscripción y el billete del siguiente congreso. Eso sí, casi siempre se recupera casi todo (no siempre y no todo, que hay algunas fuentes de financiación cutres que dicen que no puedes coger un taxi y te ves aterrizando en Munich a las 20h --era el billete más barato-- a 15 min en taxi de tu hotel --qué caros son los taxis en Alemania-- debatiéndote entre volver a sustentar con tu propio dinero la investigación del país o echar 1 hora en autobuses.)

En mi gremio añadimos a los viajes de congreso las estancias de investigación. Yo siempre digo que somos "trabajadores sociales", porque nos gusta juntarnos equipos de 4-15 personas --mi cuñado lo llama con gracia "reunión de listos"--. En esas reuniones hacemos lo mismo que con el equipo de trabajo más estable pero con gente de distintos paises. Eso nos permite atacar nuevos problemas o avanzar en uno que ya tenemos a medias de una manera más cómoda que el email y las teleconferencias, que acaban siendo un rollo porque "¿tú ves el mismo punto rojo que yo? ¿pero dónde está el punto? Espera, que parece que skype se ha frito y no me refresca el punto rojo". Cuando uno juega de visitante, el proceso de arreglos familiares y docentes, hotel y adelanto de pasta es similar al de un congreso. Cuando juega de local, la cosa se complica porque mantiene sus obligaciones familiares y docentes pero corre de un lado a otro de la ciudad recogiendo visitantes, acompañándolos a cenar, dándoles un paseo por la ciudad a última hora (dios, la canguro, ¿se habrá acordado de darle el apiretal a la peque?) o resolviendo su problema con el hotel, que ahora dice que cuál es el CIF para la factura.

Por último, cuando uno lleva unos años mandando artículos para su revisión en revistas y proyectos para su revisión en ministerios y similares, resulta que se convierte en "los del otro lado". Las revistas le piden revisiones (gratis, por supuesto), el ministerio pide revisiones (gratis, por supuesto) y, como anécdota curiosa, el otro día el ministerio de educación griego me pidió participar en la evaluación de sus proyectos de investigación (gratis, por supuesto).

Como véis, medir la I es bastante difícil, porque las hipótesis y los contraejemplos no le vienen a uno a la cabeza necesariamente en ese rato que se sentó con sus coautores. Puede ser en la ducha, puede ser en el parque, puede ser en el tren. En los viajes y congresos, pues no sé si habría que contar las 18-20 horas que uno no duerme (solemos dormir de menos). Es que, realmente somos un poco frikis y, aunque también tenemos ratos tontos donde nos reimos y hablamos de nuestras cosas durante la cena, somos capaces de estar con una copa de vino discutiendo el problema de esta tarde en una servilleta de bar anotando cosas que mañana miramos o, si quieres, tengo aquí el portátil.

Y después de este post tan largo, os comunico que no he entrado en la G, que no aparece en mi denominación, pero que es una carga no despreciable de mi tiempo: La G de gestión incluye cargos en la universidad, dirección de equipos de trabajo, dirección de contratos con empresas, elaboraciones de planes de estudio, comisiones de doctorado, máster o grado, etc. Pero creo que con la I+D ya doy una foto más realista de lo que hacemos cuando no estamos en el aula, que parece ser lo único que miden los periodistas hablando de esas 8h/semana.


lunes, 19 de marzo de 2012

Dificultades de aprendizaje: Un caso cercano

Los que seguís este blog sabeis que me interesa mucho el tema de las altas capacidades y cómo me preocupa que no se sepa en general ayudar a estos chavales en las escuelas. Hoy me voy al otro extremo:

Tengo una amiga con un niño de 6 años en el otro lado de la campana de Gauss, de esos que necesitan una ayuda y un buen empujón y no consiguen seguir el ritmo de los niños de su edad en el cole. Con eso de que se apoya a los que no llegan y se descuida a los que sobresalen en el sistema actual, este niño tiene profe de apoyo en el cole, seguimiento con la orientadora y adaptación curricular significativa (su propio currículum). Sobre el papel, sus necesidades educativas están cubiertas.

La mala suerte ha querido que este niño (llamémoslo Pedro) pase por algún profesor especialmente poco sensible, de esos que no empatizan en absoluto. En esa época el crío se desesperaba intentando entender algo y diciéndose a sí mismo "Piensa, Pedro, piensa", con el mismo tono con el que se lo decían a él en el cole. Como si su problema fuera una falta de implicación en la tarea y no una cuestión mucho más profunda que no le deja aprender al ritmo de los demás.

La mala suerte ha querido que las evaluaciones de su aprendizaje en el colegio sean mucho más positivas que las que le hace su neurólogo. Su madre ha tenido que defender en el colegio que, dibujos o tareas que le enseñaban, no habían sido hechas por su hijo. Hablo de cosas como: une el 1, el 2 y el 3 con los conjuntos de 1, 2 y 3 patitos. Le presentaban las tareas realizadas como una muestra de que el niño sabía contar. No como una muestra de que el niño era capaz de copiar del niño de al lado de dónde a dónde había que poner una línea. Como se descuide, le quitan la adaptación en su afán por mediocrizar y normalizar a la población escolar.

La mala suerte ha querido que, en este sistema absolutamente rígido y orientado a la edad y no a las competencias, los intereses o la madurez, este niño comience Primaria como toca, porque tiene 6 años. Aún no sabe contar (se suele saltar el 4), pero sus compañeros están sumando con llevadas. Aún no sabe leer, pero sus compañeros hacen dictados.

La mala suerte ha querido que el único tema que realmente le gusta, le motiva y le permitiría demostrar que algunas zonas de su cerebro conectan y muy muy bien, sea en inglés. Le gustan los animales, las curiosidades de la naturaleza, las ciencias... Pues no, hijo, no. En este cole no son ciencias, es "Science" y el profe habla en inglés. Ya sé que no entiendes ni una palabra. Por eso tu adaptación curricular dice que tú no tienes que tener libro de Science. Por eso te sientas en tu mesa sin un libro en el que, al menos, mirar los dibujos. Y miras al profesor sin comprender. Hora tras hora en ese 40% del tiempo de tu jornada semanal dedicado al programa bilingüe. No me extraña que lloriquees por la mañana diciendo que no quieres ir al cole. Pero te recuerdo que, en este país, si no te llevan al cole, pueden denunciar a tus padres. ¿Y cómo le explica tu madre al juez que te sacó del cole por tu bien?

La mala suerte ha querido que la escasez de medios y de imaginación de los colegios, los inspectores y de ahí para arriba, implique que este niño no pueda saltar de 1oA a 1oB en las horas pares. O en las impares. O lo que sea. Para ir evitando a la profe de inglés y reforzar en todas las demás áreas. O saltar con los de 3o de Infantil cuando estén contando, a ver si se consigue poner al día. Y si dice que son pequeños (porque él ya ha asimilado la rigidez del sistema en ese sentido), pues le decimos que va a ayudar a la profe. Y ahí se iría, seguramente tan pichi.

La buena suerte ha venido en este cuarto año de escolarización aunque sólo el 60% del tiempo. Y ha venido en la forma de una profesora implicada y empática. A esas horas sí que quiere ir el niño al cole. Le pide que le mande deberes. Sólo a ella. En sus clases sí quiere aprender. En casa sí cuenta lo que hizo con ella. A ella sí le cuenta lo que le sucede en el patio. Su aprendizaje sigue siendo lento. Su bloqueo con los números y las letras sigue ahí. Pero el niño sonrie cuando habla de ella. Y en esas horas da igual si en los test se "maquilla" la realidad para que parezca que necesita menos ayuda de la que necesita realmente. Y da igual si el resto de los chavales tiene 6 o 16 años. Y da igual si hoy no te acuerdas de lo que aprendimos ayer. Porque mañana volveré a ayudarte y ya conseguiremos algún día que todo esto quede ahí en tu cabeza.

Y es que rigideces, inmovilismo, falso bilingüismo, mediocrización y cualquier otro defecto que pongamos a este sistema, pueden ser salvados al 90% por un buen profesional. Lo que dudo es que haya algún profesor que me de la razón en esta cifra. Todos creen que pueden hacer menos de lo que realmente pueden.

PD. Como no he querido poner el nombre real del niño, pues ahora no puedo decir el de la profesora. Pero vaya desde aquí mi enhorabuena.

domingo, 4 de marzo de 2012

¡Vete a tomar...!

Pues sí, la frase acabó como estáis pensando todos.

Son las 12 del sábado. Recojo al enano del tenis y estamos en la puerta del club, que está en una rotonda de dos carriles. El carril que pega al club está saturado de coches parados dejando o recogiendo niños. Un todoterreno de esos bien chulos, de los que hay que bajar haciendo rápel, para en el carril interior de la rotonda bloqueándola (otro que tiene la promesa de no andar más de un metro; hay mil sitios para aparcar bien). Suena como un trueno: "¡Vete a tomar por culo!". Me giro y veo que se baja una niña de unos 8-10 años lentamente. Con gafotas. Algo rellenita. Miro con algo más de atención y veo que en el coche sólo queda un enorme señor apuntando con el brazo entero hacia el club. La niña cierra la puerta del coche con poca energía y avanza entre los coches parados hacia la puerta. El todoterreno sigue adelante en un alarde de potencia (no hay nadie en el paso de peatones, menos mal).

Llevo dos días pensando en esa niña. Porque tenía ese aire que inspira un poquito de pena en un adulto. Ese aire que despierta la crueldad del rey del patio, el que roba las meriendas. En mi cabeza, cada día le roban la merienda y ella no lo cuenta en casa. En mi cabeza, el energúmeno del todoterreno le contestaría: "Tú es que eres tonta". Y ella lo sabe.

Ojalá sólo le estén robando la merienda en mi cabeza.

lunes, 20 de febrero de 2012

Percentiles, tablas y normalidad

Cuando tienes al primer hijo añades a tu vocabulario un sinfín de términos como "moisés", "capazo" o "patuco", que ahora salen de tu boca con naturalidad; aprendes a distinguir una silla de grupo 0 de las de 0+; sabes cómo funciona un sacaleches; distingues por la calle a un bebé de 5 meses de uno de 8... También añades gran cantidad de terminología médica sacada de las revisiones con el pediatra, las vecinas y de internet: calostro, meconio, prevenar/synflorix, percentil...

Espera ¿percentil? ¿pero eso no es de estadística? ¿qué tiene que ver con la terminología médica?

La mayoría de la gente suele encontrarse por primera vez con el concepto de percentil cuando nace su primer hijo. Esa mayoría de la gente puede tener estudios o no, puede ser de ciencias o de letras, y saber lo que es un percentil o no. Independientemente de esto último, el pediatra añade sistemáticamente a su informe los percentiles de talla y peso del niño. Con arreglo a estos percentiles se toman decisiones tan inocuas como añadir o no cereales a la dieta del bebé y tan importantes como abandonar la lactancia materna o realizar un ingreso hospitalario. También sirven en bandeja los primeros sufrimientos a todos los padres cuyos hijos están por debajo del percentil 50 y los primeros orgullos a todos los que están por encima de este valor (sin hablar de los que "se salen de las tablas").

Entré en este mundillo de los percentiles infantiles con mi primer hijo, hace 5 años. Por aquel entonces, frecuentaba un foro donde día sí y día también alguna madre preocupada preguntaba sobre la alimentación de un niño con peso tal y longitud cual. Cada pocos días, alguien mandaba la referencia a las tablas de la OMS. Por ejemplo, aquí tenéis la de longitud por edad para niños desde el nacimiento a los 2 años:




  En la horizontal tenemos que buscar la edad del niño en cuestión y en la vertical marcar lo que el niño mide en ese momento. La marca que hacemos queda en algún lugar con respecto a las 5 curvas de colores que aparecen. Si la marca queda por encima de la línea verde pero por debajo de la naranja, leemos que el niño está entre los percentiles 50 y 85, que son las etiquetas de esas curvas; si está por encima de la naranja pero por debajo de la roja, entre los percentiles 85 y 97; si está por encima de la roja, tendrá un percentil superior a 97. De manera análoga sucede de la línea verde hacia abajo.

Hasta aquí, todo parece fácil: Ya sabemos el percentil del niño. ¿Y eso qué indica? ¿está sano? ¿enfermo? ¿desnutrido? Como he dicho antes, esto de los percentiles no es medicina, sino estadística. Así, el dato del percentil por sí mismo no da ninguna medida de la salud de un niño. Con un percentil únicamente estamos indicando cuántos niños hay en promedio que son más altos que el nuestro y cuántos hay que son más bajos.

Para hacer las tablas, la OMS midió y pesó a varios miles de niños de diferentes países. Pero como se llaman percentiles, dejadme que lo explique como si hubieran sido 100 y de una manera que no será estadísticamente exacta, pero creo que es la más intuitiva. Digamos que a esos 100 niños los ordenaron por talla. El tercero más bajito de esos 100 (que mide unos 87cm en nuestro ejemplo) es el que marca la línea del percentil 3. Las otras líneas las marcan el que hace 15, el que hace 50, el que hace 85 y el que hace 97 en este orden por estaturas. Visto desde el otro extremo, lo que estamos diciendo es que la línea del percentil 97, como 97=100-3, la marca el tercer niño más alto del grupo (con 94cm en el ejemplo). Si nuestro churumbel está en el percentil 3 o por debajo, lo único que estamos diciendo es que estará entre los 3 más bajitos cuando haya un grupo al azar de 100 niños. De manera análoga, un niño en percentil 97 estará entre los 3 más altos. Así, "salirse de la tabla" es para muchos entrar en esta zona donde ya no se distingue el primer más bajito del segundo más bajito o el primero más alto del segundo más alto.

Algunos padres y pediatras insisten en cambiar la alimentación de todos los bebés que se encuentran por debajo del percentil 50. Imaginemos que los 50 padres de los 50 niños más delgados consiguieran cebarlos y aumentar el peso de todos sus niños por encima del percentil 50. Visto el cambio tan radical en los pesos de nuestros 100 niños, deberíamos rehacer nuestra tabla de referencia: Los ordenamos por peso, hacemos la marca en el tercero para la curva del percentil 3 y volvemos a hacer marcas en el 15, 50, 85 y 97. ¿Cuántos niños habrá por debajo del percentil 50? Pues, por como hemos hecho las marcas, obviamente, hay 50 por debajo y 50 por encima. Porque, por mucho que nos empeñemos, la mitad de los niños *tiene*  que estar por debajo del percentil 50.

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Esta entrada participa en la Edición 3.1 del Carnaval de Matemáticas, cuyo anfitrión es el blog Scientia potentia est