lunes, 19 de marzo de 2012

Dificultades de aprendizaje: Un caso cercano

Los que seguís este blog sabeis que me interesa mucho el tema de las altas capacidades y cómo me preocupa que no se sepa en general ayudar a estos chavales en las escuelas. Hoy me voy al otro extremo:

Tengo una amiga con un niño de 6 años en el otro lado de la campana de Gauss, de esos que necesitan una ayuda y un buen empujón y no consiguen seguir el ritmo de los niños de su edad en el cole. Con eso de que se apoya a los que no llegan y se descuida a los que sobresalen en el sistema actual, este niño tiene profe de apoyo en el cole, seguimiento con la orientadora y adaptación curricular significativa (su propio currículum). Sobre el papel, sus necesidades educativas están cubiertas.

La mala suerte ha querido que este niño (llamémoslo Pedro) pase por algún profesor especialmente poco sensible, de esos que no empatizan en absoluto. En esa época el crío se desesperaba intentando entender algo y diciéndose a sí mismo "Piensa, Pedro, piensa", con el mismo tono con el que se lo decían a él en el cole. Como si su problema fuera una falta de implicación en la tarea y no una cuestión mucho más profunda que no le deja aprender al ritmo de los demás.

La mala suerte ha querido que las evaluaciones de su aprendizaje en el colegio sean mucho más positivas que las que le hace su neurólogo. Su madre ha tenido que defender en el colegio que, dibujos o tareas que le enseñaban, no habían sido hechas por su hijo. Hablo de cosas como: une el 1, el 2 y el 3 con los conjuntos de 1, 2 y 3 patitos. Le presentaban las tareas realizadas como una muestra de que el niño sabía contar. No como una muestra de que el niño era capaz de copiar del niño de al lado de dónde a dónde había que poner una línea. Como se descuide, le quitan la adaptación en su afán por mediocrizar y normalizar a la población escolar.

La mala suerte ha querido que, en este sistema absolutamente rígido y orientado a la edad y no a las competencias, los intereses o la madurez, este niño comience Primaria como toca, porque tiene 6 años. Aún no sabe contar (se suele saltar el 4), pero sus compañeros están sumando con llevadas. Aún no sabe leer, pero sus compañeros hacen dictados.

La mala suerte ha querido que el único tema que realmente le gusta, le motiva y le permitiría demostrar que algunas zonas de su cerebro conectan y muy muy bien, sea en inglés. Le gustan los animales, las curiosidades de la naturaleza, las ciencias... Pues no, hijo, no. En este cole no son ciencias, es "Science" y el profe habla en inglés. Ya sé que no entiendes ni una palabra. Por eso tu adaptación curricular dice que tú no tienes que tener libro de Science. Por eso te sientas en tu mesa sin un libro en el que, al menos, mirar los dibujos. Y miras al profesor sin comprender. Hora tras hora en ese 40% del tiempo de tu jornada semanal dedicado al programa bilingüe. No me extraña que lloriquees por la mañana diciendo que no quieres ir al cole. Pero te recuerdo que, en este país, si no te llevan al cole, pueden denunciar a tus padres. ¿Y cómo le explica tu madre al juez que te sacó del cole por tu bien?

La mala suerte ha querido que la escasez de medios y de imaginación de los colegios, los inspectores y de ahí para arriba, implique que este niño no pueda saltar de 1oA a 1oB en las horas pares. O en las impares. O lo que sea. Para ir evitando a la profe de inglés y reforzar en todas las demás áreas. O saltar con los de 3o de Infantil cuando estén contando, a ver si se consigue poner al día. Y si dice que son pequeños (porque él ya ha asimilado la rigidez del sistema en ese sentido), pues le decimos que va a ayudar a la profe. Y ahí se iría, seguramente tan pichi.

La buena suerte ha venido en este cuarto año de escolarización aunque sólo el 60% del tiempo. Y ha venido en la forma de una profesora implicada y empática. A esas horas sí que quiere ir el niño al cole. Le pide que le mande deberes. Sólo a ella. En sus clases sí quiere aprender. En casa sí cuenta lo que hizo con ella. A ella sí le cuenta lo que le sucede en el patio. Su aprendizaje sigue siendo lento. Su bloqueo con los números y las letras sigue ahí. Pero el niño sonrie cuando habla de ella. Y en esas horas da igual si en los test se "maquilla" la realidad para que parezca que necesita menos ayuda de la que necesita realmente. Y da igual si el resto de los chavales tiene 6 o 16 años. Y da igual si hoy no te acuerdas de lo que aprendimos ayer. Porque mañana volveré a ayudarte y ya conseguiremos algún día que todo esto quede ahí en tu cabeza.

Y es que rigideces, inmovilismo, falso bilingüismo, mediocrización y cualquier otro defecto que pongamos a este sistema, pueden ser salvados al 90% por un buen profesional. Lo que dudo es que haya algún profesor que me de la razón en esta cifra. Todos creen que pueden hacer menos de lo que realmente pueden.

PD. Como no he querido poner el nombre real del niño, pues ahora no puedo decir el de la profesora. Pero vaya desde aquí mi enhorabuena.

domingo, 4 de marzo de 2012

¡Vete a tomar...!

Pues sí, la frase acabó como estáis pensando todos.

Son las 12 del sábado. Recojo al enano del tenis y estamos en la puerta del club, que está en una rotonda de dos carriles. El carril que pega al club está saturado de coches parados dejando o recogiendo niños. Un todoterreno de esos bien chulos, de los que hay que bajar haciendo rápel, para en el carril interior de la rotonda bloqueándola (otro que tiene la promesa de no andar más de un metro; hay mil sitios para aparcar bien). Suena como un trueno: "¡Vete a tomar por culo!". Me giro y veo que se baja una niña de unos 8-10 años lentamente. Con gafotas. Algo rellenita. Miro con algo más de atención y veo que en el coche sólo queda un enorme señor apuntando con el brazo entero hacia el club. La niña cierra la puerta del coche con poca energía y avanza entre los coches parados hacia la puerta. El todoterreno sigue adelante en un alarde de potencia (no hay nadie en el paso de peatones, menos mal).

Llevo dos días pensando en esa niña. Porque tenía ese aire que inspira un poquito de pena en un adulto. Ese aire que despierta la crueldad del rey del patio, el que roba las meriendas. En mi cabeza, cada día le roban la merienda y ella no lo cuenta en casa. En mi cabeza, el energúmeno del todoterreno le contestaría: "Tú es que eres tonta". Y ella lo sabe.

Ojalá sólo le estén robando la merienda en mi cabeza.