martes, 19 de mayo de 2015

Escolarizar sin "estivilizar"

Ayer recibí un mensaje de una muy querida amiga preguntándome qué haría yo en su lugar: Su hijo, de un año y medio, tres semanas después de comenzar a ir a la guardería, sigue llorando desconsoladamente por las mañanas. Han pasado unos meses fuera de casa y ahora han vuelto. A la guardería a la que fue en esos meses, el niño iba feliz. Han cambiado mil factores más en ese movimiento: desde el idioma, el clima o la alimentación, hasta que ahora son un miembro más en la familia. A todos esos cambios, el niño parece adaptado y únicamente muestra un problema al ir a la guardería.

Ya vamos siendo legión los padres que nos negamos a dejar llorar a nuestros bebés cuando llega la hora de dormir. Simplificaré con el término "estivilizar" a ese método de tortura en deshonor al autor que tradujo el lamentable método Ferver al español haciéndose de oro con su libro (añado que aunque Ferber se retractó en 2006, nuestra versión española había publicado otros libros de crianza aprovechando la fama y le venía fatal cambiar de idea, así que tardó hasta 2012 para, al final, sólo medio-retractarse). Muchos de esos padres vemos a nuestros hijos como pequeños cachorros y entendemos que, como mamíferos que son, necesitan estar con sus mamás todo el tiempo. También por la noche. O, quizás debería decir, especialmente por la noche. Por ese motivo, creemos que es mejor acompañarlos, pasar un rato con ellos, o colechar, o amamantar o dar la mano o acariciar la oreja o recitar un mantra. Lo que sea que cuadre a bebé y padres, porque cada trío tiene sus peculiaridades.

Si bien a la hora de dormir cada vez se acepta mejor que dejar a un bebé llorando es desatender sus necesidades, creo que dejar llorando a un bebé en la guardería o en el cole es de lo más aceptado. Parece como que aún no hemos llegado a darnos cuenta de que el llanto, sea al ir a dormir o sea al ir al cole, no es un recurso manipulador de un ser odioso que nos quiere arruinar la vida, sino la única manera que tienen los cachorros de avisarnos de su malestar. Evidentemente, hay llantos y llantos. Y mientras uno significa "mamá, preferiría estar contigo", otro dice "te suplico por lo que más quieras: no me dejes aquí". El primero, comienza en la misma puerta del cole y remite a los pocos días de comenzar, cuando el niño ya se despide sacudiendo la manita. El segundo, puede comenzar incluso antes de salir de casa y tarda tanto en remitir, que provoca la misma reacción en los padres que la estivilización: llorar ellos. ¡Cuántos padres han interrumpido el proceso de estivilizar a un bebé porque no podían soportar llorar del otro lado de la puerta! ¡Cuánta sensatez nos devuelve ese segundo tipo de llanto!

Curiosamente, aunque muchos han comenzado pero nunca terminado la estivilización al escuchar a sus hijos llorar, no conozco muchos casos que comiencen en un cole y se vayan a otro cuando el niño llora y llora y llora. El otro día, me contaban un caso de inadaptación al cole que llegó finalmente al pediatra con un supuesto trastorno de estómago y vómitos. El diagnóstico final fue ansiedad por el colegio. Tenía 4 años. Ahora tiene 6 años y sigue en el mismo colegio. Ya no llora al entrar. Sólo dice que no le gusta. Angelico...

Querida amiga: Tú no has estivilizado a tu hijo; sabes positivamente que su llanto es del tipo "teLoSuplicoMamá"; te vas llorando tú misma al dejarlo... ¿a qué darle más vueltas? Te está diciendo alto y claro que estás en el lugar inadecuado. ¡Escúchalo!



lunes, 23 de febrero de 2015

El whatsapp de los padres de la clase

Se han llenado las redes de recomendaciones de psicólogos y educadores sobre los "peligros" del whatsapp de clase. Para quien desconozca este fenómeno, le explicaré que es un grupo de whatsapp que crea alguna madre (el 99% de miembros son las madres) y va incluyendo los teléfonos de las madres del resto de niños de la clase. Yo he sido añadida a los de mis hijos en mi primerísimo contacto con alguna madre de la clase: "¿No estás en el grupo? ¡Dame tu número!". Uno está creado el 30 de Septiembre y el otro el 2 de Octubre. Nada más empezar el curso. En esos grupos se consultan las dudas de ejercicios, se piden fotos de páginas de un libro olvidado, se busca un baby perdido, o se revoluciona el gallinero cuando sucede algo fuera de lo habitual.

Las páginas que uno puede encontrar sobre el tema en google se orientan a recomendaciones a los padres para no criticar al maestro, o qué cosas decir, o hacer, o no hacer en ese chat. Curioso, puesto que nunca leí recomendaciones sobre qué se debía hablar en la puerta del cole cuando uno espera a que los niños salgan, o en el rato de charla entre padres durante un cumpleaños de un niño de la clase. Parece ser que introducir tecnología hace que las conversaciones sean diferentes. O que no lo sean, pero que al ser por escrito, den más yuyu. O no sé muy bien cuál es la diferencia. Lo cierto es que dan para post de maestros y psicólogos en sus blogs y para noticias en los periódicos.

Lo cierto es que los mismos que están posicionándose en contra de esos chats, hacen un uso indirecto de ellos. Me explico: El profe X de la asignatura Y pide tal cosa para el día cual. Con niños de 8-10 años, yo entiendo que es misión del profe recalcar esta petición, decir "sacad las agendas" justo antes del anuncio, o cualquier otra medida que haga que *el niño* se entere de lo que se está pidiendo. Sin embargo, de repente el chat de clase se enciende y comienza un desesperado tintineo rítmico cuando un niño comenta en casa que les han pedido la tal cosa. Quince madres preguntan y el niño dice que "algo le suena"; dos confirman que sí, que sus hijos sí lo sabían; seis dicen que su hijo no sabe nada; dos dan versiones discrepantes. La conclusión final es que (aparentemente) el profe de música ha pedido que lleven un tubo "pasacables", de esos que se usan en construcción (ejemplo real). Parece que van a estudiar cómo suenan y el profe piensa que sería bueno que cada cual trajera un metro de tubo (estimación de lo que realmente dijo a partir de los 50-60 mensajes que se intercambiaron en el chat el martes pasado). Dado que nadie tiene nada anotado en la agenda, no sabemos qué es lo que realmente se pidió. Y dado que el profe sabe que el chat funciona, consciente o inconscientemente, deja esta transmisión de información al chat. Y 23 madres piensan que tienen que ir corriendo a una tienda de bricolaje a por un metro de tubo y miran cómo demonios encajar eso en una tarde en la que los chicos salen a las 5, tienen fútbol a las 6, deberes a las 7, baño y cena a las 8 y normalmente no viven junto a una ferretería. Casualmente (y dejadme que siga con la anécdota), yo tenía unos cinco o seis metros del dichoso tubo en casa. Lo metí en la mochila del chaval y mandé foto y aviso en el chat. De manera indirecta, invitaba a la primera que fuera a la ferretería a comprar metros de sobra y quitarnos de encima tremenda chorrada. Mensajes de gracias, de alivio, de confirmación de que algún otro lleva de sobra se suceden. Nadie se atreve a poner por escrito que esto es absurdo. Nadie se queja. Después de clase, pregunto al chaval y me confirma que era un metro de tubo por grupo y que eran cinco grupos. Calculo que sobraron unos 10-15 metros que no eran necesarios y que a 10 familias se les produjo el típico "efecto dominó" de acabar tarde ese día por tener que salir corriendo a por el tubo que no hizo falta. Nadie puso por escrito que aquello era absurdo. Nadie se quejó.

Y ahora viene mi reflexión: ¿Cuál es el motivo de que no sea el propio maestro el administrador del grupo? ¿No promovemos en la Universidad el uso de foros en los que el docente es el administrador? Como docente, sigo el foro y voy viendo todos los mensajes. Si entre los alumnos se aclaran, no intervengo. Pero si veo que es necesario aclarar algo, intervengo y resolvemos en un pispás. Si ellos tienen un foro alternativo para criticarme, entiendo que es similar a que lo hagan en la cafetería y que están en su perfecto derecho a hacerlo. Pero si es una crítica constructiva y la quieren hacer en el foro donde yo estoy, pues aún mejor. Puedo aprender.

A todos los docentes que hablan de los peligros de esos chat, los animo desde aquí a que los creen ellos. Sí: A que los administren ellos mismos. A que los usen. A que vean que son una fuente de feedback mucho mayor que las plataformas virtuales que les venden las editoriales (y pagamos los padres al comprar los libros). A que les permite saber qué dificultades están teniendo los chavales. A comprobar el nivel de madurez de la clase en la que nadie apuntó nada en la agenda. Incluso diría que a sugerir (si es su criterio) que no se envíen fotos de libros olvidados para que los chicos asuman las consecuencias del olvido... O a ponerse en el lugar de las 10 familias que "tienen" que salir corriendo a por un metro de tubo sin ser necesario.




jueves, 12 de febrero de 2015

¿Quién no tiene 15 minutos?

Algunas veces circulan por ahí chistes de que tienes que comer 3 piezas de fruta al día, y beber 2 litros de agua y tomar un poco de vino y... así sigue la historia enumerando las mil cosas que uno debería ingerir al día para llevar una vida saludable y provoca hasta la risa cuando se leen todas juntas.

Este desahogo va en esa línea pero no con la alimentación, sino con lo que debería hacer un niño en su día. La cosa es que no me provoca ninguna risa.

El primer colegio de mi hijo mayor tenía un horario de 9 a 14. Nunca me gustó el enorme hueco entre el desayuno y la comida, que me parece bastante poco razonable en niños de 3 años aunque tomen algo en el recreo. De hecho, muchos de esos niños vienen de guarderías donde, con mucho más criterio, comen a las 12:30 o las 13:00. En cualquier caso, si se quedan en el cole para que a uno le de tiempo a trabajar, comen a las 14, a las 15 juegan un rato y a las 16 tienen alguna extraescolar. Son las 17 cuando salen agotados, hambrientos y habiendo terminado su larga jornada de 8 horas.

El segundo colegio, en Costa Rica, tenía un horario de 8 a 15 con un hueco de una hora para comer a media mañana (alrededor de las 12) y las extraescolares acababan a las 16. Las mismas 8 horas de jornada pero con una distribución diferente.

El tercero, de vuelta en España, tiene jornada partida 9-13 y 15-17. Un hueco más amplio para la comida, a una hora más razonable que el de jornada continua y, sí. Las mismas 8 horas... pero sin las extraescolares.

Como uno no vive en el colegio, dejadme que añada los desplazamientos que entre vamos al coche-sube-abrocha el cinturón-aparca-desabrocha-baja, me sale alrededor de otra hora. Vamos por 9.

Y resulta que todos (adultos y niños) deberíamos hacer ejercicio a diario, pero en el cole tienen 2h/semana de Educación Física, por lo que el niño debería practicar algún deporte fuera de esas horas. Digamos que tiene 2 ó 3 días por semana entrenamiento de ese deporte. A diferencia de nuestra época, las competiciones deportivas abarcan todo el año, a todos los niveles y casi no quedan deportes que no convoquen, como mínimo, un fin de semana al mes (los vecinos que tienen fútbol llevan un ritmo de un partido por semana con "convocatoria" 45 minutos antes del partido, e.d, toda la mañana del sábado o del domingo).

Con el deporte ya hemos cubierto parte del fin de semana y 2 ó 3 tardes por semana la jornada llega ya a las 10 horas... o 10 y media o incluso 11 dependiendo de la distancia del cole al entrenamiento y a casa y de cómo cuadren los horarios de salidas y entradas.

Como aprender idiomas y, en particular, el dominio del inglés se ha convertido en obsesión, el cole intenta enseñar las ciencias naturales en inglés. Lo de que ni aprenden ciencias ni inglés está siendo estudiado ya desde hace tiempo y no voy a entrar en ello hoy, pero sí que está provocando que casi todos los niños de mi entorno tengan clases de inglés además de las del cole.

Añado el inglés y ya tenemos los 5 días de la semana a jornada de 10-11 horas, más parte del fin de semana.

Como aún sigue habiendo profesores que no se han enterado de la inutilidad de los deberes (no hay más que buscar en la red estudios serios que apoyen su existencia para ver que NO existen), cada día mandan una tarea. ¡Si son 15 minutos!, dicen ellos. Mientras tú piensas... "quince minutos es lo que vaguea por la casa haciendo como que busca el sacapuntas porque no se quiere sentar". Y la cosa es que son 15 minutos para hacer una hoja del cuaderno de lengua. Y 15 minutos para la de matemáticas. Y la de ciencias, que es una cosita corta y no le va a llevar más de 15 minutos. Y venga, repasa el examen de sociales de mañana, que en 15 minutos lo tienes. Para el fin de semana mandamos alguna cosilla más, que como tienen más tiempo... ¿Quieres apuntarte a Aloha/ Kumon/ Smartick? ¡Son sólo 15 minutos al día! Como estamos tan flojos en España en matemáticas...

La cuenta es sencilla: Añadimos en promedio una hora más (aunque dependiendo del niño y del centro, con una hora apenas van por la mitad los pobres). Ya tenemos 11-12 horas a diario y el deporte y los deberes del fin de semana.

Por supuesto, la cena debe ser en familia y ellos deben ir asumiendo pequeñas responsabilidades ayudando en su elaboración o, al menos, poniendo la mesa. Preparamos la cena, nos sentamos en familia y oooops! se nos pasó otra hora en esto. Ya que estoy, sumo la media hora del baño y la media del desayuno. Dos más.

Hasta aquí, me sale que el tiempo "estructurado" es de 13-14 horas, pero aún no he acabado porque tiene que dormir unas 10-11 horas al día. Recordemos que es un niño y que el descanso es muy importante.

Ay, que algo debo haber hecho mal... que ya voy por días de 25 horas de tiempo estructurado y el niño aún no ha jugado, que es una de las recomendaciones unánimes para el desarrollo correcto de un niño... Ay... que no. Que no me cabe. Que no LE cabe.

Y poniendo tantas cosas importantes en su agenda nos hemos quedado sin hueco. Y el niño nunca se encuentra con el aburrimiento, con el momento no estructurado, con ese instante de ¿qué hago yo ahora? Ese que desarrolla la creatividad, que le permite pensar en sus cosas, que le hace pensar con qué amigo querría estar ahora o si quiere jugar solo.

No deja de tener su aquel que las actividades extraescolares vayan disminuyendo con la edad y que haya tan poca oferta para los chicos de secundaria, y que los equipos deportivos se vayan quedando sin jugadores. Mi apuesta es que cuando empiezan a poder elegir, entre la inexperiencia (porque nunca tuvieron la ocasión de tomar decisiones) y el agotamiento, eligen la más obvia: No hacer ¡NADA!

Y la verdad, no me extraña.

PD1. Añado que en nuestra pequeña burbuja en Costa Rica, con coles bilingües de verdad (que quitan la necesidad de la clase particular); con deberes no siempre y no tantos (algunos directamente ningunos deberes nunca); con 3 recreos y tiempo libre en el cole que JAMÁS consistieron en "ver una peli"; y con un clima que permite a los niños sustituir el deporte por jugar subiéndose a los árboles y corriendo y nadando, el tiempo de juego libre oscilaba entre las 3 y las 4 horas ¡diarias! Menudo choque cultural...








lunes, 26 de enero de 2015

Examen "de teoría" (de matemáticas) en 5o de Primaria

Comiendo con unos amigos, dicen que se tienen que ir pronto, que el niño (5o Primaria) tiene que estudiar porque tiene un examen de teoría de matemáticas. Sorprendida por el apellido "de teoría", indago un poco más en qué consiste eso. La respuesta me deja estupefacta: Memorizar la teoría de la división. ¿Cómo la teoría?, pregunto. Y me aclaran que hay que aprenderse los pasos que aparecen en el libro para realizar divisiones. Entonces, me explican que es un algoritmo en toda regla con sus condicionales y sus casos en que se detalla: "Si los dos números son naturales, entonces blablabla…", "Si el divisor tiene decimales, entonces blablabla…".

Juro que no salgo de mi asombro por dos motivos principales:
1) El profesor cree que esto hará que los niños aprendan algo
2) Los padres participan en este absurdo (y ya es el segundo año que el chaval tiene este tipo de exámenes)

Al profesor le pediría, si pudiera hablar con él, que hiciera una auténtica reflexión del punto en el que está y los motivos que le han llevado hasta ahí. Digamos que es que los chicos no han aprendido aún a dividir con decimales (entiendo que en 5o ya saben sin ellos, puesto que en Castilla y León empiezan a aprender las tablas ya en 2o de Primaria (!) y llevan 3 cursos machacando con el tema).

Supongamos entonces que tenemos un grupo de niños que no sabe dividir a pesar de que han hecho cientos de divisiones durante 3 años -este cole es famoso por mandar muchos deberes que incluyen las típicas hojas de divisiones "a pelo", una detrás de otra-. Como me niego a creer que sean todos unos zotes, no cabe en mi cabeza que haya 25 niños de 10 años con una inteligencia promedio similar al resto de la población, que en tres años trabajándolo no aprenden un algoritmo elemental de "cabe/no cabe, multiplico, resto este de aquel, bajo el siguiente y vuelvo a empezar". Con este razonamiento, sólo concluyo que el examen es una estupidez.

Como debo pensar que el profesor tampoco es un zote, busquemos otro razonamiento entonces para que este examen tenga algo de sentido... Digamos que los niños dividen bien pero "se lían" con los decimales. Ahí lo que fallaría es que no han "memorizado" bien cómo afecta la existencia de decimales a la división. Y para memorizar eso hay dos caminos: a) aprender de memoria la receta y hacer un "examen de teoría"; o b) explicar, manipular, insistir y argumentar con pies y manos el "por qué" de esa receta.

Posiblemente, esos niños vengan de aprender la multiplicación con decimales a través del camino a) con una receta de la que ya tuvieron un "examen de teoría". Y seguramente, aquel sinsentido ha provocado el sinsentido de ahora que impide seguir el camino b), el de entender qué demonios hacemos y por qué. Me preocupa que, si no arreglan pronto el entuerto, estos niños tienen un techo marcado en su recorrido en la disciplina. ¿Alguien cree que se puede "memorizar" el álgebra, el cálculo o la geometría? Y me preocupa que el profesor de 5o pueda estar condenando a que ninguno de los 25 sea físico, ingeniero o, por supuesto, matemático.

Aquí va entonces mi mensaje:
"Señor profesor,
Le ruego que asuma que los niños no son unos zotes. Dado que la división es un concepto sencillo, busque otras maneras de transmitir su mensaje. Y digo otraS maneraS porque tiene usted 25 niños. Y cada uno de ellos, igual que usted, tiene una manera de entender mejor las cosas. Así, en lugar de repetir 10 veces lo mismo hasta acabar poniendo un examen de "teoría" con el mensaje, tendrá usted tiempo de explicar de 10 maneras diferentes cómo y por qué (subrayo, por qué), se divide como se divide cuando hay decimales. Quizás hoy necesite media hora más para ir hacia atrás y arreglar el entuerto del año pasado, con la multiplicación con decimales. Pero le aseguro que esa media hora le va a resultar muy rentable en el futuro, cuando estos niños comprendan los conceptos y puedan avanzar en la materia más rápido y con paso más firme."

Me pongo ahora en el lugar de los padres. Calculo que hay tres tipos: El padre desesperado porque ni memorizando el niño aprende a dividir con decimales; el padre desesperado porque hace siglos que el niño aprendió y ahora le toca irse antes de lo que querría de una agradable comida en domingo porque el niño tiene que memorizar una receta que le toca los pies; y el último tipo es el del padre que no se ha planteado la cuestión. Puede que porque el niño es disciplinado y se lo estudia y ya; o puede que el padre no tenga suficiente información como para opinar sobre el tema. (Lo siento, pero no me cabe el padre que se lo ha cuestionado, que tiene información y que considera que es una gran idea este tipo de exámenes.) Salvando únicamente a los que no tienen información, me solidarizo con los que no se atreven a decir nada. Están vendidos. En el momento en el que entren por la puerta a cuestionar el examen, es distinta de cero la probabilidad de que el que se rompa sea el eslabón más débil, es decir, por el niño. Si el niño es de los que saben dividir, que el profe queda alerta para que el menor fallo sea subrayado como un "¿ves como no?"; si es de los que no saben, viene aún más fácil el "¿ves como no?". Que no son todos los profes, no. Pero que es un riesgo en el que el padre incurre sabiendo que el potencial perjudicado es el niño.

En un mundo ideal, el profe estaría dispuesto a escuchar. El profe quizás entendería que es contraproducente para un niño que entiende y domina el tema tener este examen. Entendería quizás que es contraproducente para el que no entiende memorizar la receta porque es "pan para hoy y hambre para mañana". Entendería quizás que tiene que seguir leyendo y formándose. Que tiene que crecer como profesor y replantearse, cuando se choca contra un muro, la manera de no seguir golpeando en el mismo punto, sino dar un paso atrás y mirar cómo salvar el muro. En ese mundo ideal, un padre nunca dudaría que puede hablar con el profesor sobre ese examen y plantear sus dudas. Tendrían una agradable conversación sobre el tema y, con examen o sin él, saldría tranquilo del despacho. Porque el eslabón débil, es decir su hijo, sólo podría estar igual o mejor después de esa conversación. Una pena que no sea así.

Y, sobre todo, qué pena que 25 niños de un cole de Valladolid estén poniendo en riesgo su "techo matemático" por un mal asiento de las bases, del concepto de qué son las matemáticas y, con seguridad, de su autoconcepto como buenos o malos en la asignatura de matemáticas.