miércoles, 20 de octubre de 2010

Sobre el PowerPoint en clase

Mi costillo sabe que soy poco aficionada a leer el periódico y tiene el detalle de hacerme la selección de artículos que cree que me van a interesar. Una vez más, hoy da en el clavo al mandarme éste:

¿PowerPoint nos hace estúpidos?

Cuando hago una ponencia en un congreso, no tengo más remedio que condensar en 16 minutos el trabajo de meses o años. Dependiendo de cómo funcionan esos 16 minutos, puedo encontrarme con tres preguntas al terminar y un gurú del gremio interesadísimo en colaborar con nosotros y con mil sugerencias sobre nuestro trabajo, o por el contrario con un lánguido aplauso por parte de la escasa audiencia que aún sigue despierta en esa sala en penumbra y que levanta levemente la mirada de su propio portátil en el que revisaba su correo. Por eso dedico muchísimo tiempo a la preparación de las inevitables transparencias (lo que ahora todo el mundo llama "el pouerpoin") y al ensayo de mi charla. Por eso, aunque hace como 15 años que hice mi primera ponencia, me sigo poniendo nerviosa antes de empezar y siempre pienso que hay alguna transparencia que no termina de acompañar a mi discurso o que no enlacé bien con la siguiente o que sobraba un dibujo. Soy incapaz de hacer el cálculo de a cuántas ponencias y conferencias he asistido en mi vida. Digamos que del orden de los miles. De todas ellas cifro, a ojo de buen cubero, en un 5% las que no tenían erratas, dibujos y animaciones innecesarios, tipos de letra y colores absurdos, un fondo inadecuado, un tamaño ilegible para los gráficos, o una combinación de varios (o todos) los anteriores. (Incluyo muchas de las propias, por supuesto.)

Pero como digo que aquí hago reflexiones sobre la educación, voy a centrar el discurso en el uso de transparencias en el aula. He aquí un ejemplo de una lección magistral en una universidad en el año 2010:

Son las 12 de la mañana. Algunos de los alumnos llevan aquí desde las 8. Es la quinta hora de clase para ellos. Bajo las persianas para que se vea bien. Ellos tienen el PDF colgado en la página de la asignatura y muchos lo han impreso, así que tienen delante lo mismo que yo proyecto en el cañón. Otros, saben que el PDF existe pero no han llegado a imprimirlo. Confían en hacerlo poco antes del examen. Cada 20 ó 30 segundos, doy al enter para ir destapando contenidos. Cada 2 ó 3 minutos, cambia la transparencia y oigo a algunos pasar páginas en sus documentos impresos. Como sé que muchos lo usan como material de estudio (y yo me he preparado la clase regulín), hay párrafos enteros escritos en mis transparencias que yo leo en voz alta. Nadie toma notas, claro. La verdad de mi asignatura. Los contenidos que luego preguntaré en mi examen. Resumidos en unas 800 transparencias (con 2h/semana, 13 semanas, 2min/transparencia). Semana tras semana, día tras día, el número de asistentes disminuye. A pesar de que he metido el efecto de fundido entre transparencias, dos dibujos de un monigote pensando y párrafos en rojo o verde con animaciones de flechas y admiraciones que resaltan las partes importantes.

Y mientras eso sucede en algunas aulas, yo sigo abogando por la pizarra y la tiza y el borrador y el discurso y las interrupciones y mucha luz y siempre, siempre, un papel "de sucio" (para que podamos escribir tonterías). No creo que sea más trabajo para el profesor, puesto que preparar 800 transparencias debe llevar su tiempo. Lo que sí veo claro es que es más trabajo para el alumno: Con tanta luz es más difícil disimular que se está en Cuenca; sin un PDF precocinado, tendré que apuntarme cosas para luego recordarlas (o incluso mirarlo en un libro de la bibliografía recomendada!!!); si el profe escribe mentiras en la pizarra (que no suele hacerse en las transparencias), tendré que estar alerta para pillarlo y no copiarlas y tendré que estar entendiendo medianamente de qué va ésto. Y para eso, tendré en algún momento que interrumpir a preguntar (a él o a mi vecino); si el profe explica un concepto y da tres vueltas sobre la definición, cada vez usará palabras diferentes y lo enfocará de tres maneras para ver si alguna me hace el "click" y así lo entiendo. Tendré que elegir cuál va a mis apuntes... Todo esto es lo que entiendo que produce una clase con una pizarra tradicional.

Vaaale. Lo reconozco. No hace falta que me digáis que vaya dos extremos tan extremos y que ninguna de esas dos clases es real. Concedido. Digamos que buscamos usar ambos recursos: Pizarra y transparencia. Entonces abogaré por que la transparencia sea un apoyo al discurso en pizarra y no al revés. Porque no es sólo que el PowerPoint nos haga estúpidos, sino que suele hacernos tratar como estúpida a nuestra audiencia. Y eso sí que es imperdonable. ¿Acaso no es un universitario capaz de tomar nota de una definición cuando el profesor explica un concepto nuevo? ¿Acaso no es capaz de marcar él mismo las partes importantes o difíciles? ¿Y no son las dificultades diferentes para cada cuál? ¿Acaso necesita que destapemos las frases una por una para ser capaz de seguir nuestro ritmo tamboril? 

Una única vez (insisto, una), he estado en un curso de 6 horas de duración en el que sólo se usaron transparencias y en el que, sin ningún otro apoyo más que un gran discurso, se mantuvo el interés de la audiencia (unas 400 personas), que ni atendió el móvil, ni miró el correo, ni pestañeó durante las 6 horas. El artífice de este milagro era E. Tufte (mencionado en el artículo que enlazo arriba). El curso trataba justamente sobre cómo presentar datos e información. Y no he visto mejor ejemplo que el propio curso. Si digo que hubo 20 transparencias en esas 6 horas, igual digo muchas. Sin apuntes, sin pizarra, sin titubeos. Sin red.

Y para los que no somos magos de la palabra y necesitamos red, adoro aquellas aulas que ví en una visita al MIT con pizarras en tres paredes del aula (la otra tenía ventanas), donde la pared que estaba de frente a los alumnos tenía pizarras correderas. Un total de 9 pizarras. Y recuerdo nítidamente la clase que dió mi colega (uno de los matemáticos más destacados de la actualidad y el catedrático más joven de la historia del MIT). Una tras otra, las pizarras se iban llenando y moviendo arriba y abajo para acabar haciendo un mosaico en el que el enunciado quedaba arriba a la izquierda, algunos detalles menos importantes en la de la esquina derecha, el punto clave de la explicación bien centrado en otra pizarra, problemas abiertos y cuestiones propuestas en otra... Menuda clase. Así tenía, además de a todos los matriculados, unos cuantos oyentes externos. ¿Cuándo me van a caber 9 pizarras en una transparencia?

5 comentarios:

  1. a mí tambien me gusta más la pizarra. Con los poguerpoin me duermo. Está bien para proyectar una foto, un plano, un gráfico... pero el contenido, los conceptos, mejor desarrollarlos sobre la marcha. es mas dificil para el profe o ponente, pero seguramente capta bastante mejor la atención

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  2. Otro tema muy interesante, pero no soy tan crítico con las transparencias. Es verdad que abunda la clase o presentación tostóna base de transparencias, pero no sé si más que antes.
    Yo también recuerdo las clases tostón en la universidad, con los profesores que se limitaban a copiar el libro en la pizarra. Creo simplemente que las malas clases con powerpoint tienen sus propias características, y seguramente se ven más, por aquéllo de los colorines ...
    De hecho, hasta hace poco pensaba que las transparencias servían de poco para explicar matemáticas, pero creo que estoy cambiando de opinión.
    Desde luego, no se trata de leer lo que dicen las transparencias, ni de enseñar en transparencia todo el contenido de la clase, pero sí que pueden ayudar a presentar las ideas centrales, acompañar de gráficos, no decorativos, sino que ilustren los argumentos (realmente importante muchas veces en mates).
    En resumen, creo que para una buena clase hay que encontrar un equilibrio entre esas transparencias, las cosas que se hacen en la pizarra, y el discurso hablado.
    Y ese equilibrio es un arte, que depende del tema de la clase, el auditorio, ...
    Un último matiz: no se trata de tratar a los estudiantes como tontos, sino simplemente como el producto de nuestro sistema educativo. Y no, no son capaces de tomar nota de una definición mientras la dice el profesor, ni siquiera las más de las veces de entender una pregunta que contenga una subordinada. De nuevo, por supuesto, no hay que irse al extremo y darlo todo demasiado procesado. Ya sabéis, las cosas deben hacerse fáciles, pero no más fáciles ...

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  3. Estoy con Esther en que es más difícil presentar los contenidos desarrollándolos sobre la marcha. Es obvio que requiere una mayor preparación del material, pero ¿no es eso una manera de demostrar el respeto que tiene el ponente por su audiencia? Y a eso le sumo que un ejercicio de lectura conjunta de unos documentos no añade mucho al lector que, seguramente, lo haría más rápido solito. Si presentamos algo, tiene que ser porque añadimos información que no se puede transmitir fácilmente por escrito o para ahorrar tiempo al que la recibe. Si no cumplimos estos requisitos, mejor mandamos el documento por correo electrónico y nos quedamos todos quietos.

    Y a Pedro tengo que decirle que si los alumnos no son capaces de tomar nota de una definición en la Universidad, no van a poder hacerlo tampoco cuando estén en una reunión en su trabajo. Si el producto del sistema educativo es lo que es y todos delegamos en el siguiente, me puedo imaginar las reuniones de empresa en las que el director tiene que "dictar" las tareas al ingeniero de turno. Alguien tiene que decir "hasta aquí", y me temo que nos toca a nosotros por delegación de los ciclos formativos anteriores.

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  4. No conozco la educación universitaria (salvo por mi experiencia como alumno). Yo doy clase en Secundaria. Todavía utilizamos la pizarra y la tiza (principalmente por falta de medios para meter proyectores y pantallas o pizarras digitales). Pero la clave creo que no está en eso. Quizás está en el papel activo o pasivo del estudiante. Aunque se siga con la tiza, los alumnos a los que no les interese el tema, se dormirán igual.
    En cambio, si somos capaces de involucrarlos cambiarán su posición de meros receptores de información e intentarán pensar algo por sí mismos.
    Pero mucho me temo que cuando lleguen las PDI a los institutos se transformarán en meras pantallas para seguir contando la misma historia, tal y como describes en el post.

    Un saludo,
    Daniel

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  5. Bienvenido Daniel,

    Veo que estamos esencialmente de acuerdo en esto de que usar el proyector para no mancharnos las manos de tiza tiene poco chiste.

    Sugieres en tu comentario que la clave está en el papel activo o pasivo del estudiante. Es un punto interesante y seguro que tienes algo más que aportar en otra entrada de este blog donde ando buscando el momento en que se pasa de la motivación y la curiosidad intrínseca (Ed. Infantil) al pasotismo qué-entra-en-el-examen (Ed. Universitaria):

    http://bpalop.blogspot.com/2010/09/donde-los-perdemos.html

    ¿Es en la secundaria donde los perdemos?

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